Claudia Prado | El poeta ocasional

Claudia Prado





Claudia Prado




un ojo. Aidé, Jéssica, Daniella






El muñeco preferido, de trapo

o de peluche, envejece. Los colores

más lavados, las costuras flojas,

se lo nota desganado en el abrazo.

Un día pierde un ojo. Es difícil

sostener esa mirada

incompleta. Si le faltase

una cosa singular como la boca

lo hubiesen aceptado diferente.

Pero todavía

conserva el brillo de una cuenta

de plástico, ahora sola

y el otro lado de la cara liso.

El ojo que falta no aparece, no rodó

a ningún rincón, no está

debajo de la cama

donde comprueban,

de paso y con alivio, que no vive

ese espanto de mujer

la del rostro oculto bajo el pelo.

No, no hay nada brillante

en los rincones, nada oscuro

solo un poco de pelusa.




piedritas




Busco piedras lisas

para vos en la orilla del lago,

las busco con la vista

y estiro la mano hasta alcanzarlas

a través de la distancia

engañosa del agua.

De a ratos parece

que voy a descubrir el secreto

de la erosión y el moldeado:

las que necesito son verdes o esas

rojas que fueron ladrillos

o estas blancas de arcilla porosa,

piedritas iguales

a las que había cerca de casa.

Aparecen solas,

simples en su cama de arena

o en un montón variado, el borde

trabado bajo una roca grande.

A veces una lleva a otra, el color

empieza a repetirse

y no puedo detenerme

si no las alzo a todas, hago

movimientos rápidos

porque los dedos no toleran

la temperatura del agua,

pero sólo cuando la giro al sol

puedo saber si ésta

que brilla en mi palma

es la que buscaba,

una piedra tan lisa, tan plana

que pueda  volar

desde tu mano chiquita,

rebotar una, dos, cinco veces

y volver a perderse

en el fondo del lago






Claudia Prado (1972, Puerto Madyn, Chubut, Argentina)

Fuente: El infinito viajar, Bariloche 2000 / f Silvina López Medín



0 Comentarios