Recuerdo que, cuando estaba en la casa,
de mi mamá, en medio de la llanura,
había una ventana que miraba
hacia los prados: en el fondo, el dique arbolado
escondía al Ticino y, todavía más al fondo,
había una franja oscura de colinas.
Entonces, yo no había visto el mar
sino una sola vez, pero conservaba de él
una áspera nostalgia de enamorada.
Hacia la noche fijaba el horizonte,
semicerraba un poco los ojos: acariciaba
los colores y los contornos entre las pestañas:
y la franja de las colinas se aplanaba,
trémula, azul: a mí me parecía el mar
y me gustaba más que el mar verdadero.
Antonia Pozzi (1912 / 1938, Milán, Italia)
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