Lisandro González | El poeta ocasional

Lisandro González










4.





Desde la ventana

se abre un corazón sentimental

hacia fuera y hacia dentro.



Las paredes del departamento

del que espera —al menos— un grito de los muebles

o canción del desayuno



deberían tener color especial,

o ser de tela liviana que mostrara

ese corazón anfibio



a piedras que de vez en cuando

el cielo arroja.

El corazón respirará como mariposa



dispuesto al vuelo rasante

sobre lugares comunes

ametrallado por las piedras.







9. 





El dolor describe  

su línea aséptica 

mientras el ruido del resonador 



musicaliza. 

Luego, en la calle 

se recorren lugares donde el dolor 



ha tomado antes 

formas mucho más sofisticadas 

y perversas, 



sabido tallar 

la marca del diente 

en órganos más etéreos y sensibles. 



Así el otro dolor, el aséptico 

se transforma 

casi en alivio. 







13.





El analgésico y el alcohol

pueden potenciar sus efectos

como la madrugada



y elenco en retirada de la noche.

Los fracasos del amor

pueden tener efecto similar



y algo parecido suceder

con ladridos,

sirenas y el ruido de los autos,



todos juntos hasta creerse música

de una película sin director

o poema anónimo.



Y un buen verso resplandece

junto a otro

condenado al ruido.







23.




Los fenómenos naturales


y especialmente

variaciones de la luz



en su dialéctica

siguen siendo

temas ineludibles.



Una pequeña ventana del baño

puede ofrecer

múltiples posibilidades



y hasta algún tipo

de felicidad

en la humilde orfebrería



que el poeta

atesora

en el olvido.






Lisandro González (1973, Resistencia, Provincia del Chaco, Argentina. Reside en Rosario, Santa Fe)

De: "Poemas lumbares", Ediciones UNL, 2014


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