
4.
Desde la ventana
se abre un corazón sentimental
hacia fuera y hacia dentro.
Las paredes del departamento
del que espera —al menos— un grito de los muebles
o canción del desayuno
deberían tener color especial,
o ser de tela liviana que mostrara
ese corazón anfibio
a piedras que de vez en cuando
el cielo arroja.
El corazón respirará como mariposa
dispuesto al vuelo rasante
sobre lugares comunes
ametrallado por las piedras.
9.
El dolor describe
su línea aséptica
mientras el ruido del resonador
musicaliza.
Luego, en la calle
se recorren lugares donde el dolor
ha tomado antes
formas mucho más sofisticadas
y perversas,
sabido tallar
la marca del diente
en órganos más etéreos y sensibles.
Así el otro dolor, el aséptico
se transforma
casi en alivio.
13.
El analgésico y el alcohol
pueden potenciar sus efectos
como la madrugada
y elenco en retirada de la noche.
Los fracasos del amor
pueden tener efecto similar
y algo parecido suceder
con ladridos,
sirenas y el ruido de los autos,
todos juntos hasta creerse música
de una película sin director
o poema anónimo.
Y un buen verso resplandece
junto a otro
condenado al ruido.
23.
Los fenómenos naturales
y especialmente
variaciones de la luz
en su dialéctica
siguen siendo
temas ineludibles.
Una pequeña ventana del baño
puede ofrecer
múltiples posibilidades
y hasta algún tipo
de felicidad
en la humilde orfebrería
que el poeta
atesora
en el olvido.
Lisandro González (1973, Resistencia, Provincia del Chaco, Argentina. Reside en Rosario, Santa Fe)
De: "Poemas lumbares", Ediciones UNL, 2014
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