Carlos Martín Eguía | El poeta ocasional

Carlos Martín Eguía

Poeta Eguía con remera negra

Crisma    



No quiero arruinarte 
el fin de año optimista 
ni la utopía 
de no contribuir 
con tu grano 
a crispar la disyuntiva 
no quiero 
echar a perder nada 
con mi incredulidad 
ante el eslogan 
“volvamos a intentarlo todos juntos” 
me gustaría incluso 
no tener que hacer 
el trabajo sucio 
de recordarte la opinión 
que tenías 
sin ir más lejos 
ayer 
que una cosa  
es un mínimo 
de tolerancia 
como para que 
no nos comamos
entre nosotros
pero unidad
vamos
dejémonos de joder
ni a palos
no quiero amargarte
con el vocablo irónico
que titula este poema
no es una mezcla
de oliva y bálsamo
para bautizar
el falso equilibrio 
de una flamante civilidad
inexistente
es simplemente
una fusión imposible
ni siquiera la imaginarías
en un manual voluntarista
de pedagógica atenuación
que pretendiera eliminar 
la pasión vengativa 
en pos de una fingida convivencia
es simplemente
una mala caricatura
por reír un rato
o hacer una pausa ante el cortocircuito
asociando las declamadas antípodas
haciendo que se tomen de la mano
los espectros
políticos
quizá porque
no pinta nada
en verdad nuevo
bajo el sol
pero vamos viejo
a la hipocresía
de la armonía de los argentos
nunca se la tragó
del todo nadie
tal mentira logró desencantar
mi pequeño entusiasmo
antes de los treinta
completó su trabajo
desde el pacto de Olivos
no la repitamos más
no resiste ni un discreto lugar
en la escuela 
inquieta mal a los pibes de primaria
estoy de acuerdo
la división produce desgracia
superarla
sería transgredir el odio
estoy de acuerdo
que tal cosa
siempre debería importarnos
por eso
si te sirve de algo
para seguir 
pensando este problema
que parece
no tener solución 
te cuento una
de las cientos
de historias
que hay en el mundo
de tenor similar
a la hora de pensar
el efecto pernicioso
de los rencores
la podés encontrar
en los escritos
de Humboldt
paridos en su viaje
a las regiones equinocciales
del nuevo mundo
en un tiempo
de su largo circunnavegar
el capitán de navío ruso
Adam Johann von Krusenstern
constató que el odio finito
entre dos marineros fugitivos
fue la causa de otra guerra
absurda como todas
los habitantes de las islas Marquesas
no dudaron en matarse
unos a otros
bajo el efecto 
de la encarnizada fiebre
de aquellos tipos
que pretendían pertenecer 
al selecto núcleo
que se renueva cada tanto 
gente casi te diría
como vos y yo
salvo por la gruesa diferencia
de que esos ejemplares oyen
el extravagante llamado
que según su delirio los conmina 
a dirigir el mundo
a salvarlo de sus errores
creyendo 
la mayoría de las veces
imprescindible
erradicar la gradación
aniquilar al otro
no dejando ni vestigio.



Cuando me di cuenta




Recuerdo que tenía
la remera al revés
y acababa de advertirlo
pero hubiese dado lo mismo
que la tuviera puesta
como se debe
ante el mundo implacable
que giraba sin compasión
mi vida se columpiaba sola
sobre una hamaca endeble
sin el más mínimo atisbo
de remedio.


A imagen y semejanza




La humedad traspasó primero la pared
después los caños
tomando los cables y comiéndole la luz
a ese sector de la casa
un espacio a oscuras en el nirvana del mineral
donde se levantó moho.
La causa está a la vista y no hay nada que suponer
me dice ella que siempre supo que vivir es actuar
y que está de nuevo
en lo que una vez pensamos como hogar.
Con cara de desconcertado inquilino que vuelve
de trasnochar a la deriva
me pregunto que rincón de mi cerebro
se arruinará primero
a imagen y semejanza.



CARLOS M. EGUÍA 
(1964, Castelli, Provincia de Buenos Aires, Reside en La Plata, Argentina)
Enlaces: Revista Colofón | Club Hem Editores | Poesía La Plata
Imagen: El Diario de Carlos Paz



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