Recién enamorados, empezamos a practicar con las separaciones. Sabíamos que la vida había cambiado mucho en las últimas décadas. Nos pareció sensato ponernos a tono con la época. Al principio nos costó mucho: no era fácil hacer lo que no deseábamos, pero creíamos que eso favorecería el buen curso de nuestro vínculo. Los reencuentros eran apasionados y angustiosos, porque debíamos planificar la próxima separación. Quizás equivocamos los ritmos y plazos de esos distanciamientos. Al cabo de dos años, estábamos separados sin reencontrarnos. Nuestros conocidos aprobaban que nos hubiéramos adaptado tan bien al espíritu de los nuevos tiempos.

De: "Registros de hora prima", Ediciones La carta de Oliver, 2014
Imagen: bariloche2000.com
0 Comentarios