La anfitriona
con los pasos breves y discretos
propios de la derrota, baja
24 escalones tomada del barandal
de la alta noche;
como en una escena en blanco
y negro, lentamente arrastra
la gabardina como quien espera
lluvia o viento;
abre el coche, mete la llave
para encenderlo y observa
en la luna del retrovisor
el cigarrillo tembloroso, anhelante;
por fin el coche arranca
en dirección al tumulto
de aquella que olvidó llaves,
cepi llo y pashmina en el baño;
si la alcanzo le digo que vuelva
que la perdono que no se agite
que llore en mi hombro que beba
de mi cáliz que acomode los espejos.
La otra
la otra, la que no quiere
volver a casa, dilata la noche
del sábado en el apeadero
para el empleado pobre;
sujeto el pelo en chongo
lleva consigo los secretos
de la noche, viste para ello
unos jeans entallados;
nunca se sube a la báscula
ni se toma la estatura 1.60,
prefiere chicles de menta
y anteojos en el tupé;
gira en un tacón cuando
desde un coche le gritan
su precio, aunque ha de
conseguir el gasto semanal;
si se le hace más tarde
sin enganchar al pez
de los billetes, sabe
a lo que se expone:
a que la encuentre el sereno
ya con el chicle derrotado
y la cama a solas.
URIEL MARTÍNEZ VILLEGAS (1950 / 2020, Zacatecas, México)
Imagen: www.elcarnavaldelolvido.blogspot.com
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