Las tres de la mañana
A esta hora —las tres de la mañana—
la vida pareciera suspendida,
ausente, silenciosa, entre paréntesis,
ovillada en sí misma, adormecida,
como la gata en el sillón del living.
No hay trámites que hacer, no hay constricciones
de la existencia en sociedad, llamadas
telefónicas, médicos, visitas,
compras, y sobre todo, decisiones
que tomar: ya mañana se verá.
En estas horas, solo bajo el círculo
que la lámpara crea alrededor
de mí, yo soy feliz, a mi manera:
me basta un libro, un poco de tabaco,
un poco de ginebra, una libreta
y esta plateada lapicera, que ella
me regaló, cuando era de verdad
feliz, de otra manera, a la manera
solitaria también, cuando se ama.
¿Volveré a ser feliz de esa manera?
Quién lo puede saber, que es el amor
igual que la llegada de un poema:
un día, casi sin querer, estamos
escribiendo palabras que nos dejan
desnudos, indefensos, abrazados
a una promesa de felicidad,
que según Stendhal es la belleza,
y es el amor, y es la poesía, y es
la vida en esa extraña plenitud,
todo el dolor y toda la alegría
si unos ojos nos miran o nos dejan
de mirar —y oscurecen o iluminan
el mundo—, si una boca se contrae
en un pliegue indeciso entre el desdén
y una sonrisa que detiene el tiempo.
Sí, en eso la poesía y el amor
se parecen: que llegan cuando quieren
—como el pájaro en lo alto de la rama
del fresno esta mañana, y parte lejos
mientras la rama tiembla todavía—,
Y dan al transcurrir indiferente
de los días la forma de un sentido,
enigmático aún, reconocible,
sin embargo, como una epifanía
de lo que somos, lo que no sabíamos
que éramos. Al fin, esa promesa
de dicha ya es la dicha, hecha palabra,
amor que nos redime del dolor
de toda nuestra vida: forma pura
donde dos soledades se reúnen
en un abrazo lento, en la lectura,
un instante que pide eternidad.
Decía, pues, que en estas horas, es
cuando estoy más en paz conmigo mismo.
Ya no sé si la noche es la metáfora
de la muerte o la vida: en ella aprendo
a ser ése que soy, sí, “pobre cosa
—vuelve con las palabras lo vivido—
que transfigura a veces la poesía”.
Mañana —es decir, hoy— será otro día.
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Imagen: www.diariosumario.com.ar
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