Anoche me quedé sentado en el patio de ladrillos, fumando y tomando en silencio y observando, sobre la línea de los techos y los tanques de agua, la luna llena. Fui siguiendo su lentísimo ascenso. En un tiempo, estando lejos, cada uno en su ciudad, sabíamos que el otro la miraba y eso calmaba un poco la melancolía de la ausencia. Parece una tontería, seguramente lo es, pero era una tontería, al fin de cuentas, hermosa, y eficaz como remedio para la nostalgia. Lo mismo hacían mis abuelos, según me cuentan, pero con una estrella, que los dos miraban a una misma hora convenida. Recordaba esto y pensaba que no hay caso, contra toda artimaña, siempre llega la noche en que la luna ya no es más que la luna, o cuanto más esa vieja metáfora de la poesía persa, que recordaba Borges: “cristal de soledad”, “espejo del pasado”. Así me adormecí y me desperté a las cinco de la mañana, con la cabeza todavía levantada, el cuello dolorido y la luna desaparecida detrás de la tapia.
A partir de los comentarios en Facebook que coinciden en señalar que el texto de arriba, de alguna manera, es un poema camuflado en una nota, Pablo Anadón sugiere aclarar su procedencia, "que no pretendía ser un poema, sino sólo una anotación en prosa vil"
Imagen: Facebook
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