Scott Hightower










El molino













El molino gris de metal y su depósito elevado de metal

se alzaba junto a la casa desde la noche de los tiempos

batían sus aspas con las brisas de otoño y primavera

batían en los ásperos vientos invernales del norte

que soplaban desde el Ártico


por todo el Medio Oeste

hasta la llanura central de Tejas

batían en el yunque

reseco del calor del verano


de noche era un ángel

inmenso quien –siempre en vigilia-

desplegaba sus alas

un inmenso despliegue sin testigos de angelicales tonos

azules luminiscentes traídos de las alas

de mariposas del Amazonas

granates y amarillos de mirlos hembra y lirios frescos

anaranjado de las tanagras

laurel, oro y fucsia resplandeciente

directamente ascendidos del amanecer

naranja quemado y rojos radiantes

del crepúsculo


fui secreto testigo de cómo el majestuoso ángel

batía sus alas desplegadas sobre nosotros

solamente en mis sueños

sueños que no me fue concedido recordar

hasta medio siglo después


un día un reactor surcando el cielo azul de Tejas

rompió la barrera del sonido

y el ángel cayó

y hubo un gran estrépito

y agua saliendo a borbotones

y una capa oxidada

de limoso sedimento de cien años


y hubo un trasplante

y el ángel recibió un nuevo corazón mecánico

ya no hubo

la medida del batimiento

en el aire

solo la medida del agua fría en la tierra

fluyendo hacia el viejo depósito de roca

dulce miel en la roca


Moisés sacando agua de la piedra

desvaído naranja y mugrientas manchas negras, zumbido de hábiles

avispas camino del agua

filtrada por la argamasa entre las piedras


y más tarde comprendí,

a partir de aquel día,

que quienes allí vivían trabajarían

todos los días de su vida

que nadie vive para siempre


palpitaba inadvertido el nuevo corazón

en el fondo del antiguo pozo

en la nueva oscuridad

no habría alas

ni espacio para alas

no se necesitaban










Scott Hightower (1952, Texas, Estados Unidos de Norteamérica)


Traducción: Natalia Carbajosa

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