Luciana Mellado: El aguia que tiembla | El poeta ocasional

Luciana Mellado: El aguia que tiembla




IX    



también yo te amaba y masticaba la sombra de tu cuerpo 
me acercaba a esa sombra con breve salto 
porque también te amaba cuando estabas 
y te vaciabas de luz sin preguntar mi nombre 
ni por qué te seguía 
pero también sabía que aquello era el murmullo 
amoroso del que está partiendo 
porque te estabas yendo entonces 
rodabas 
como una máquina infalible que deja en el suelo 
unas marquitas como pisadas de perros 
diminutos / de loros 
como cáscaras de frutas invisibles 
que dicen no me olvides 
que riega / la niña de la albahaca 
y la memoria rodando papelitos en el viento 
cuando te ibas por la ruta y te quedabas
pegado a los alambrados / a las matas
no me voy del todo me decías
pero yo veía que la mancha de la luna se achicaba
que la luz era plena en lo oscurito
y me olvidaste nomás entre los ojos
bebiendo la pupila un sueño líquido
de tigre ciego que atrapa el color de la presa
y se le olvida entreabierto el otro ojo
que es árbol del follaje acolchonado
por donde el sol retumba en cada salto
que hacia tu sombra el barranco
me incendiaba.



De: "Aquí no vive nadie", El Suri Porfiado, 2010



Cuerpos de la distancia



I



Las hojas del álamo trinan
como pájaros de piedra
en la costa del río.

El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
cubierto de musgos.

¿Besaste a un pirata?

Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
esa quietud
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.


El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
de los árboles.

No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
un nombre bello.

Cecilio, Lauro, Julien.

Un pirata vive extraviado
 hasta que descubre
el milagro de los peces.

¿Viste un pirata de cerca?

¿Sus ojos?

Grandes y oceánicos,
a veces pastosos
por las algas.

¿Y los barcos?

Parecen las alas
de un animal líquido
que se incendia
en el viento.

Tiemblan los verdes
en el aire.



II



Los piratas son niños
que huyen de las sombras
cuando el silencio seca
los resguardos
del agua.

A veces los espanta
un pájaro pequeño,
el aire que le aúlla
a ciertas superficies.

La marea en sus ojos
no se repite nunca
aunque insista en lo oscuro
el humo de la noche.


Brotan de la memoria
del naufragio
como la hierba débil 
que crece
en los incendios.



De: "El agua que tiembla",. Ediciones Del Dock, 2012


LUCIANA MELLADO (1975, Buenos Aires. Reside en Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut, Argentina) 

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