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El orden de las cosas
los muros los escombros me transmiten recuerdos
obedezco al lenguaje del cristal que trepida
respondo al juramento desleal del relámpago
la simple observación de una canilla
me provoca un intenso sentimiento de ahogo
el fuego vaticina mi futura memoria
los relojes me llevan de modo inevitable
a treparme a la copa de los árboles
para lanzar mi aullido a la intemperie
toda consternación me pertenece
toda felicidad me contradice
el silencio lastima mis oídos
contemplo horrorizado la belleza del día
y persigo a mi sombra para no despistarme
soy el ojo que rige mis bruscas mutaciones
el barco que establece sus propias tempestades
todas las realidades me parecen ficticias
todas las utopías me resultan posibles.
Mar adentro
el mar toda una vida a la intemperie
toda una vida el corazón cerrado
al no ser mar qué breve la mención de tu nombre
yo que nunca lloré bajo una nube
ni recorrí las costas del espanto
te hago cárcel de mí labio a mi copa
en un mundo que goza desenterrando espadas
rodeándome de perros la memoria
el mar respira en vos y es como un rezo
como una crisis que jamás descansa
y no te haré saber qué interminable
qué árido terreno transita el que no duerme
el que profana tumbas buscando su cadáver
el que flota en las aguas del dolor y la culpa
yo soy un rumbo aparte
el mar me condiciona a tu paisaje
y la noche me busca vivo o muerto.
Guillermo Bianchi (1970, Buenos Aires, Argentina)
De: "La luz de los vencidos", Enigma Editores, 2012
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