Natalia Carbajosa, poemas inéditos


UNA PERSONA LEJANA


… una persona
lejana que camina hacia su ser lejano
mientras escribe este poema
ADONÍS

Para Scott Hightower

  
Tejas:
estuve allí aunque no haya estado.

Texas:
a realm of words, Madre Coraje
sobre la llanura,
where pain and thirst are not a sublime metaphor
but the stark naked glowing truth,
verdad sólo cercada
ahí donde eligen callar
los labios resecos de los supervivientes.

I was there,
have been there,
am still there with you.
En tus palabras, en el hueco entre las alas
del ángel de tu memoria.

Sin gestos extremos, without a cry.
Just a few silent steps ahead, el corazón
siguiendo el rastro de sí mismo,
el único posible entre un cielo y una tierra sin orillas:

el de una persona
lejana.



ADIVINANZA


… sempre
á nossa roda, mais verdade poética
que criatura natural, como um poeta
americano disse do pardal.                      
EUGÉNIO DE ANDRADE


Toda la tarde te escucho
tararear. Yo, garza encaramada
a los áridos pantanos de lo serio,
tú, gorrión despreocupado
en tu charco de fértil azul,
tarareando sin saberlo
mientras sobre el suelo esparces
cacharritos, mientras viertes
con tu gorjeo inconsciente
toda la verdad poética del mundo en las baldosas.
¿Quién, entonces
 – dinos tú, poeta portugués –
guardará más cerca el don
del corazón
de la garganta?
                                                                         

EXCURSIÓN



Trece, quince años a lo sumo.
Paisajes de agua al otro
lado
de la ventanilla,
fugacidad de acuarela
quedando atrás.         
Y desde el fondo
del autobús una guitarra
unas voces
fue en ese cine, ¿te acuerdas?
na melodía aquí y allá tarareada
recordando
que acaso otra vida
de tono indeleble
existía
allí                     
lejos
de nuestros tímidos sueños
James Dean tiraba piedras
enseñando
a esa edad
en que todo era aún
fulgor remoto  entonces
te besé
el árbol apenas avistado
la felicidad sólo un instante
conocida date prisa el dolor
irremediable que ya son
en cadencia ya por siempre nuestra
acunado          ya por siempre
amada                        
de la pérdida   ya son
las cuatro y diez.



…?  

                        A Pepita Molina



Y en las fotos antiguas
(aves inesperadas que un fotógrafo
cazaba
en los cuerpos de paseo de domingo,
entrelazar de talles, mariposas amigas,
muchachos de un solo traje, el mono de trabajo
reo por un día de algún travesaño),
a pesar de la tisis y la mala dentadura,
a pesar de las serpientes al acecho
frágil
de la vida,
revolotea el secreto
(en los húmedos ojos, comisuras,
en los senos suaves y la brillantina, el almidón
paloma ya o repentina brisa),
el secreto, digo,
fuera hoy de todo alcance
(golondrina esquiva y escindida)
de la felicidad.


Acaso porque era pobre, incierta, escasa.
No entraba en los planes de
nadie, era cola fugaz
atravesando el magnesio de un domingo
en sepia, murciélago último,
nada.
Y lo era todo.




LO MEJOR DEL AÑO



Un viaje de ocho horas sin nada mejor que hacer que mirarlas a ellas: nubes, nubes, velas henchidas sobre la meseta. El coche es una barca que no alcanza el confín del horizonte.

A ratos las traspasa el sol y sus rayos refractados caen por el agua invisible del cielo. Otras veces se preñan de gris y emborronan, densas, grávidas, el lienzo transparente del parabrisas.

La radio, pájaro agorero, nos recuerda que todo va mal.

Pero su triste parloteo le es indiferente al bosque blanquiazulado de allá arriba, concentrado en hacerse y deshacerse en incesante madejeo y ramificación.

Pero el viaje termina. Se abren maletas, se retoman rutinas.

¿Qué ha pasado, pues? Apenas nada. Por la retina, sin embargo, siguen cruzando nubes, nubes, nubes. Y esta vez,

no parece que tengan intención

de perdernos

de vista.



Natalia Carbajosa (1971, Puerto de Santa María, Cádiz, España)


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