Irene Frydenberg








El diamante











Desestructurado el diamante. No obedecerá el mar a los reclamos;


quedará parado el mundo frente a la marea


y no se dará la coincidencia.


Así está mi vida frente a la tuya;


así estará a pesar de todos los escándalos del orbe;


perdurará de esta manera aunque la
paz sea condescendiente con los conejos y yo, desde la subasta de mi afecto,
quedaré muda de él aún sedienta.





Es una inflexión; la síntesis de
no ser el mar y de mirarlo compulsada a convertirme.


Agua y agua en mi deseo y su
sordera. Agua y agua en la mujer que espera no se sabe qué buque desde un
cuento donde Onetti duerme su desesperanza.





Desestructurado el diamante. El
mar actuado.


Lejos y lejos el agua zarpa sin mí
y sin la dama del muelle.











La descuartizada, la niñita









La niñita, la descuartizada, la
que ronda, la que va de aquí para allá vagabunda. La rota, la partida.


La pequeña, la que no supo, la
obediente, la muerta silenciada. La rota.





La que no llegó, la que no partió,
la que asentía, la que tuvo todas las articulaciones seccionadas y no pudo
repartirse porque no había adónde volver.





La descuartizada, la
ensangrentada, la del llanto, la de la tormenta. La que vomitaba, la que tenía
diarreas diluvianas pero no el grito.





La muertita, la que nadie veló, la
que no pudo enterrarse. La que fue muerta con silencios y desgarros. La que fue
arrancada y se pudrió y se agusanó. La que nunca más, la que por siempre nunca.







Pan negro









Inundada de ustedes, los obstinados, y a fojas cero de la vida


quedan los papeles que no soporto
escritos ni blancos ausentes de sus ojos


y la esperanza pobre y campesina


aún no da sus frutos.





La casa se ha vaciado


y es vientre de parteras
prostibularias. La casa no cobija más que los signos de la ausencia y se ha
quedado sin historia porque  la repentina
espera


no es más que un gesto.





Cuántas oficiantes, antes de mí,
han hablado de esperar sin esperanza...


Cuántas mujeres, como yo, han
amado todo aquello o lo imposible


y estropearon sus pies caminando
en sentido contrario a sus deseos... Por eso escribo


paso al terreno de la acción por
orfandad


porque ya no los tengo comiendo de
parados, en mi cocina, un pan de centeno que aún ayer hube comprado.





Todo el día de hoy he dormido y
los espero,


ustedes son los dueños de mis
llaves


y mi casa sigue abierta. 








Enlace: El poeta ocasional

De: "Corte" (inédito


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