María Cristina Santiago




Vidrieras de Amsterdam








El empapelado tiene marcas
que a veces se ven


al descolgar un cuadro. Como si el pudor

de la señora desvistiera. Por eso considero

para tranquilizarme, imprescindible

repintar los muros. Aunque siempre

es el desasosiego quien se muestra.

¿Qué el ansia del estreno, la pared

sino restos tachados de alguien

que en el fragmento nadie nota?

Posesión de una zona:

Mejor a la utopía

consumarla en sueños.

Virtud o costumbre del deseo

no es deseo. ¿Está claro?

También resta otra forma,

una puede inventarse con destreza

acto de perfumes que matan

suavemente. Y demorarse allí.

Ver como la franja de tafetán crece

y decrece en la ventana.

Nadie revela la clausura

del papel en blanco, estancia cerrada

donde se alimenta lo inmutable

que es gesto repetido por la mano

en las piernas y el roce del satén.

Todo, ¿ese desengaño? y la pintura

el espectro del beso, la belleza

que con hábil oficio se suicida.

¿Nada más que eso? Cuestión de luces

y de sombras, al rojo desencanto de un foquito.

Confieso: lo único que no es ficción

es el poema. Asunto de cuerpos nada más

lo del llamado a lo admirable.



Lo otro, la ilusión

una mosca incómoda. Entra a la sala

cuando está en penumbras. Cuestión

no tan simple del deseo

rechazar este universo

cual cera derramado por los pisos.

Para evitar esas falacias

del pensamiento, algunas mujeres

mi querido,

en vez de traficantes de esclavos

nos hacemos señoras de la casa.





María Cristina SantiagoMARÍA CRISTINA SANTIAGO
(Buenos Aires, Argentina)

De: www.antologiapoetica.com.ar de Ketty Alejandrina Lis

Imagen: fb





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