T.S. Elliot por Javier Galarza | El poeta ocasional

T.S. Elliot por Javier Galarza



Un norteamericano que se hace ciudadano inglés. Un horror puritano por el cuerpo. Un «anglocatólico conservador». Una mujer psíquicamente quebrantada (Viv) a la que terminará por internar. Un loco poeta amigo (el mejor orfebre) llamado Ezra Pound. Un premio Nobel para su semblante imperturbable.


Bajo la fachada del hombre común, T. S. Eliot (1888-1965) crea su obra inquietante.

Algo de simbolismo francés, las teorías del tiempo de Bergson, alusiones al Grial, multiples citas de los clásicos, San Juan de la Cruz y el budismo. Metapoesía e intertextualidad.


«Resuenan pisadas en la memoria
por el pasillo que no recorrimos»

El profesor universitario. El empleado del Lloyds Bank. El que dice gustar de Shakespeare, sin estar seguro de haberlo entendido...

Los Cuatro Cuartetos son tal vez el gran legado de Eliot:

He aquí el comienzo de Burnt Norton, primer movimiento:


«Están presente y pasado presentes
tal vez en el futuro, y el futuro
en el pasado contenido.
Si está eternamente presente el tiempo
todo, todo el tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es abstracción
que existe, posibilidad perpetua,
solo en un mundo en teoría.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
miran a un sólo fin siempre presente.»

¿Resonancias de la afirmación rilkeana de la vida y la muerte? ¿Ecos del tiempo que Proust recobra? ¿Física cuántica?¿Poetización de la Filosofía de Bergson?

El «clasicista en literatura, realista en política y anglo católico en religión» llega a la cumbre del imagismo o imaginismo, uniendo en los poemas el coloquialismo y la erudición.


Escribe versos como:

«lo que sólo vive no puede sino morir»
«Puedo sólo decir que ahí estuvimos, pero no sé donde está el lugar»

Eliot, que declara gustar de Shakespeare sin estar seguro de haberlo entendido. Eliot que no camina entre las tumbas como Novalis, ni muere malherido por una rosa como Rilke, ni anuncia la huida de los dioses como Hölderlin. Con la máscara engañosa del hombre común, nos plantea estas preguntas.

«¿Dónde iremos ahora?
¿Dónde iremos nunca?»

«Todas las caras yacen bajo el mar.
Los que bailaban están bajo el cerro»


El que tal vez nombró a cada uno de los cuatro elementos en sus cuartetos para unificarlos en el fluir herácliteo del tiempo.

El que declaró «ni siquiera me ocupé de lo que decía» al hablar sobre La Tierra Baldía(1922):

«Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué no hablas nunca? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas. Piensa. »

Pienso que estamos en el callejón de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.

«¿Qué ruido es ése? »
El viento bajo la puerta.
«¿Qué ruido es ése ahora? ¿Qué hace el viento? »
Nada, otra vez nada.

«¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?

Recuerdo

perlas son éstas que fueron sus ojos.
«¿Estás vivo, o no? ¿No tienes nada en la cabeza? »
Pero

Oh Oh Oh Oh ese Shakesperian Rag...

Es tan elegante
Tan inteligente
«¿Qué haré ahora? ¿Qué haré?
Saldré como estoy, y me pasearé por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué haremos mañana?
¿Qué haremos nunca? »
El agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando ojos sin párpados y esperando un golpe en la puer
ta.

¿Era posible la poesía después de Mallarmé, Rimbaud y Baudelaire?
Luego de la exaltación del romanticismo, los malabarismos verbales del barroco, la revolución simbolista, la poesía que se piensa a sí misma, la inquietante fachada del hombre común nos dice:

«Así termina el mundo
Así termina el mundo
Así termina el mundo
No con una explosión, sino con un gemido»


De: Reservorio JG 

Imagen:biografiasyvidas



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