De todo esto yo soy el único que parte.
De este banco me voy, de mis calzones,
de mi gran situación, de mis acciones,
de mi número hendido parte a parte,
de todo esto yo soy el único que parte.
De los Campos Elíseos o al dar vuelta
la extraña callejuela de la Luna,
mi defunción se va, parte mi cuna,
y, rodeada de gente, sola, suelta,
mi semejanza humana darse vuelta
y despacha sus sombras una a una.
Y me alejo de todo, porque todo
se queda para hacer la coartada:
mi zapato, su ojal, también su lodo
y hasta el doblez del codo
de mi propia camisa abotonada.
Idilio muerto
Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.
Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.
Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor de cañas de mayo del lugar.
Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje;
y al fin dirá temblando: "¡Qué frío hay...Jesús!"
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.
CÉSAR VALLEJO (Santiago de Chuco, Perú, 1892 / París, Francia, 1938
De: "Obra poética completa", Biblioteca Ayacucho
Imagen:www.perutop40.com
Enlaces a esta entrada:El poder de la palabra; Patria Grande (Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, de Juan Carlos Mariátegui; Libros peruanos
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