En el haras Vadarkablar
Hasta el corral de tierra y tablas
trajeron al retajo,
un criollo sin halo genealógico,
sin nombre inglés o propio o sangre pura,
a que probara conocer si estaba lista la alazana
alzada como un dios entre jejenes en la luz amarilla de la tarde
con tormenta de fondo; a ver si estaba honda y dispuesta,
veterinarios jóvenes de blancos guardapolvos entreabiertos
entraron el retajo lazo al cuello, y el caballo
meneaba cabizbajo entre resoplos la cabeza y de repente
la levantaba señalando a la alazana espléndida; y la yegua
tirante, sus ollares finísimos alerta, casi ciervo,
miraba de reojo mientras daba su grupa florecida,
y se hizo agua un poquito, se iba abriendo, parpadeaba
su sexo, y apartaba la cola, y el criollo
era potencia aproximándose creciente
hasta montar la yegua, y lo desviaron
las manos enguantadas, lo sacaron tirándolo del lazo y uno dijo
"está lista, buscalo al Equalize que por las dudas la maneo"
y mientras se acercaba por momentos de costado
luego enseguida pecho al frente,
desplegándose altivo, cabeceando
el aire que rompía al paso fino,
el padrillo valioso, se llevaron al otro hasta un corral
con bebedero hasta mañana, y el retajo
ya manso, hocico en agua,
temblaba en ráfagas oscuras
con mínimos relámpagos, no había viento,
se venía la noche.
*Retajo: animal castrado
Imagen: El Desaguadero
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