de noche, con plata
En qué playa nos dejará este oleaje incesante.
Qué pasó cuando bailamos, coordinados
los troncos para un lado y para el otro
de la pista, oponiéndose
esquivos como imanes dados vuelta.
La atmósfera cargada de tensión económica y sexual
Y del campo magnético entre nos salió
música, algo realmente abstracto
se generaba y bifurcaba, qué pasaba. Fantasía y fuga.
Los pasos iban saliendo bien, incluso bruscos.
Y en la idiotez afectiva un reflector
nos iluminaba sólo a nosotros, en el medio
de la cara, no se veía nada. La cara pálida era un augurio
de la matemática posterior de la semana.
¿En manos de quién están los hilos del tiempo?
En la voz que se usa con los chicos
nos acordamos de las primeras cosas
que tocamos, nos manteníamos
dentro del círculo de luz y si la música formara palabras
le habría dado nombre a un hijo. Aunque no hablamos:
nos separaba una barrera de sonido, cada pisada retumbaba
en todas mis posesiones a una velocidad que nunca fue tuya.
El silencio era moral, el precavido de los borrachos y tontos.
Vibrábamos como locos -pero disimulados.
Eran aproximaciones, igual a no decir nada. Vos no eras el inventor
de mis triunfos ni yo el de todos
tus fracasos. Sin riesgo no había gimnasia, buscábamos
conocimiento, nos dejábamos arrastrar
por el cordón del perro. Todo delirio
tiene un núcleo de verdad apagada. Y apagamos el incendio
con un hacha.
Fuente: Bubok Argentina
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