EL mal trago es tener que respirar.
Si respirar no fuese el mal trago no sería nada.
Aquello que se merece, por el simple hecho de ser, el mal trago de existir como un aliento
que hiede a vida, a ganas de presencia.
Aquel, pues, que respira está traumatizado hasta la muerte
que no respira ni puede ser.
Así puede ser el mal de los vivos:
tenemos el azar que no nos merece, nosotros somos el azar.
Tenemos el viejo que recoge la vida, el viejo chochea y huele mal ante el fuego. ¿Y qué hacer? Volar por los cielos del artificio.
¿Y qué decir?
El llanto ya no conmueve a nadie.
No hay final que sea un principio, Mr. Eliot,
ni un principio
que no sea fin.
Es el final que no se detiene. Así puede ser el mal de los vivos.
Tener que respirar el mismo cielo, el mismo siglo.
Así puede ser el mal de los vivos, que sí respira sí puede ser.
TE veo con el pelo mojado, los ojos en el corazón mirando las gotas.
Ya derraman tus pechos detalles de otra vida sin tiempo.
Ya se mueve tu boca, carne de carne roja, hacia aquí,
la nueva isla de los desconocidos, que te habla sin lengua.
Te veo porque no estás, en cada paso ya dicho de mi pasado,
en cada noche podrida de locura, en cada línea métrica.
Y te quiero así, desconocida, quieta, fuera de los inicios,
atenta al daño que sabes, que sé, nos queremos hacer sin encontrarnos.
Tan solo, eso sí, no dejaremos de reír juntos. Y el uno del otro.
ALBERT BALASCH (1971, Barcelona, Cataluña, España)
Traducción: Eva Garrido y Andreu Jaume
Fuente: Aires de libertad
Enlaces: Revista de Letras | Otra Iglesia es Imposible
Imagen en Avui
Traducción: Eva Garrido y Andreu Jaume
Fuente: Aires de libertad
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