Gastón Malgieri, poemas inéditos


IV     

 

Llevo no sé cuánto insomnio 
rezándole al techo 
 
yo 
la sin fe 
la sin garbo 
como nunca         en plegaria 
 
que el ojo de dios (si es que existe) 
perfore la mampostería
y sea                      otra vez de nosotros
el lugar tibio

Éramos cachorros vehementes
jugando a ignorar
la escasez de origen

Todo el resto
era urgencia 

no había qué comer
ni con qué pagarlo

igualito que ahora

pero ahora            además
lo precario
hizo nido en mi escritura

Cuando quiero dejarte por escrito
nada  es
como lo recuerda mi cuero

Estoy convencida:
envejecer es ir perdiendo
poco a poco
esa indolencia propia de los felinos

ese ir y venir
               de lengua en lengua
buscando calor
alguna pelea
               la sangre que esconde la luna

Llega un momento
en que a lo único a lo que podemos aferrarnos 
es a ese gesto imperceptible
que nos hace arrastrar por la casa 

rozar cada mueble
cada adorno

para ver si así
en sacrificio

recuperamos el rumor de esa tarde
en que abriéndose paso entre la mugre
alguien más
nos dio de beber
la fatalidad de su lujuria

 
 

NUNCA supe traducir lo que dicen mis uñas
cuando hundidas en la gomaespuma de la noche
abren al lenguaje como a un fruto podrido
y me dan a beber
una solemnidad que me marea

un cierto sopor

el duelo
un loop monocorde:
una
      y otra
                y otra vez
                                 mi madre
dándome leche
en el descanso de sus sueños de operaria                   

La plusvalía es una trampa – dice bajito -
como el amor
o la poesía

Una no puede evitar ser el conejo
que corre detrás de la zanahoria

pero también, mi chiquita
no hay cuero que aguante
no llegar a tocar nunca
el borde afilado de lo que se desea

La cría que alguna vez fui
la mira con terror
o indignada

¿Cómo puede ser
que no sepas cantar
canciones de cuna más luminosas?

decir: “mirá mi amor,
aquello
es el horizonte
         del otro lado
         también hay mundo”

No pudiste
ya no importa

Lo imposible en la lengua de la madre
es un hongo
que se disemina en las branquias
de la hija cuando escribe

Hay que tener
otra clase de escamas
            otra clase de idioma
            para atreverse a la intemperie

El dialecto que me legaste
apenas si alcanza
para boicotear
de vez en cuando
a la tristeza

No es suficiente talismán
para llegar hasta la boca del otro

Yo no sé
cómo es que finalmente
me pongo de pie todas las mañanas
abrazada como estoy
al recuerdo de tu murmullo derrotado

Yo no sé
de la caricia
esa parte de la belleza
sepultada por lo urgente del hambre

No sé
si lo que hago para subsistir
tiene que ver con la escritura

o a la inversa
si escribo
para que un rayo alumbre el monte
y deje de ser el campo de tiro
donde los hombres descargan su ira

Pero si dejo de escribir
es decir
si renuncio a ser una extraña entre las de mi especie
en tu lápida crecerá un musgo inaudito
que tapará para siempre tu nombre.


En “Doméstica, o el libro de las costumbre” (inédito)





poesía argentina
GASTÓN MALGIERI
(1977, Mar del Plata, Buenos Aires. Reside en Río Cuarto, Córdoba, Argentina)
Enlaces: Carruaje de pájaros | El ganso negro | Emma Gunst
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