Había sido colonizada en su momento por los griegos, que fundaron varias colonias en sus costas. Más tarde, llegaron los genoveses y, con ellos, los asentamientos más o menos estables de comerciantes italianos, que permanecieron, pese a todo, hasta el siglo XX. Stalin, el "padre de los pueblos", ordenó en su momento la deportación de esa población, por considerarla potencialmente peligrosa durante la invasión alemana, de la que participaron varios contingentes italianos. Pasolini de quien se recuerda mañana los cien años de nacimiento, tenía en su juventud un gran amigo, al que llamaban Ermes, que termina siendo enrolado en la división italiana en Rusia y del que se pierde todo rastro. Un primo de mi mamá, que vivía en Capri, la deliciosa isla del Tirreno napolitano, fue enviado también a Rusia como soldado y no regresó nunca. Eso se narraba mucho en mi familia. El primo disperso en las estepas. Una de las películas más lindas de Vittorio De Sica, "Los girasoles de Rusia", narra la historia de un napolitano que se hace pasar por loco para no ir a la guerra y es enviado a Rusia, donde pierde la memoria (¿Luria?) en una batalla con los rusos y termina reconstruyendo su vida en la posguerra, casándose con una mujer rusa. Perdiendo, tal vez con un poco voluntad, los recuerdos de su vida anterior en las playas italianas. De los italianos que fueron deportados no sobrevivieron muchos y, según leí, no sobrevivió ninguno de los niños. ¡Los niños de Vallejo! Al parecer, la Argentina compró remesas militares a los turcos, sobre todo los pantalones inflados, las "babuchas", que los habitantes de las pampas llamaron "bombachas" y todavía hoy forman parte de la indumentaria campestre de la zona.
Extraído de Facebook, 04/03/2022
Poemas de DIEGO BENTIVEGNA, aquí
Imagen: Fotograma de "Los girasoles de Rusia", de Vittorio De Sica
Imagen: Fotograma de "Los girasoles de Rusia", de Vittorio De Sica
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