Claudia Caisso | El poeta ocasional

Claudia Caisso


Paestum     




Soñé que preguntabas 
si habría que pagar entrada 
para viajar por la cuenca de los ríos  
que dan al mar.  
 
Vacío de góndolas y barcazas  
austero como mi ejemplar  
sobre los libros de Virgilio,  
llegaría el recuerdo de tus ojos  
con precisión ajenos  
a la tristeza de los míos. 
 
Para que te devolviera al mirar constante  
sobre la tracería de la espuma  
en pétalos variados  
de las piedras de Posidonia:  
sobre lápidas donde apenas se viera 
la escritura de la ausencia  
convertida en llanto para las islas…  
 
Escribo sobre esos corredores
de agua en libretas de hojas amarillas
renovadas por el canto 
de ámbar anillado: 
hablo sobre la quietud desconocida
de la costa amalfitana 
hasta olvidar los menesteres 
del sufrimiento mortecino.

Rodeo con la cita de otras voces
la búsqueda de escasos tesoros:
un costurero con hebillas 
hechas con fragmentos de ébano
y un peine tallado en hueso
por un preso que se consumía 
en tierras de la Araucanía.

Traen la dulzura de frases 
sujetas con hilos de colores 
en una caja pequeña
donde caben almohaditas 
con agujas ya enhebradas, 
botones de nácar y susurros…



Búhos de campanario



1.

Son raras las rutas  
de esas aves que avanzan hacia atrás 
con plumas gamuzadas
y ojos eléctricamente amarillos.
Por la noche le levantan
rejas al entendimiento:
chirridos en el minuto
en que nace la añoranza…
Vuelven al diálogo 
de quienes no están 
mientras permanecemos
confiados en la pureza del animal
confinados por la creencia 
en la inocencia
de la mañana, cada domingo: 
con el miedo de día
en medio de la nada
más allá del camino
de luz indivisible, 
abarrotada de presente
y tenacidad. En pleno verano,
expuestos al sol de la demencia
y la ausencia: aminorada 
la manía por demostrar
que sabemos cómo llorar 
bajo otra lluvia grave,
bajo el perfume 
que dieron tantas flores. Aquí y allá:
bignonias, margaritas, buganvillas,
con el aroma de las plantas sostenidas
por la posibilidad de rendir
sus frutos: los ajamientos del ideal, 
los sarmientos en los surcos, 
los pensamientos marchitos, 
los cuadernos que envolvías 
con papel azul araña
y prolijidad comparable
a la de las florcitas gualdas de tu piedad…



2.



¿Verán los búhos la belleza 
girando en lo incierto? Tardíos alumbran
los ecos de lo perdido, dividen 
algunos nombres, designan el amor
por el mar donde no se cosecha nada, 
solo jardines de distancia
entre la herida y la niebla
poblada por fantasmas. 

Ahora, al mediodía
sin oscuridad a la vista 
recuerdan otro grito suspendido 
entre ruidos: dejan ver 
a quien se pierde. Porque está sola
y con miedo a morir
sin saber que la miro 
detrás de un árbol con brevas,  
buscando gotas de ámbar
para el dulce almibarado 
que hará con higos de las quintas,
mientras escucho que pregunta
“¿qué era la brótola?”… 
“y, los alces… ¿los alces, qué eran?”.

Entonces giro sobre la deformidad 
de lo perdido 
sentada en el borde de un asiento gastado
como los recuerdos,
como el olvido del significado 
que hay detrás de cada palabra, 
los datos puntuales de la vida 
y el deseo de mayor longevidad.

Es ahora, al mediodía
cuando ronda este canto despojado
que vuela vulnerable, intuyendo 
el brote de la fragilidad 
todavía más allá: donde haya vacío
para alguna verdad que se levanta
de espaldas a la infancia
en nidales huecos, nuestro no-lugar… 



3.



Los mensajeros de otra vida
siembran el sonido 
que al repetirse varía
las versiones del búho 
en un cuerpo embalsamado en la feria 
de la “condenada miseria”,
en la pintura estridente sobre figuras 
de arcilla toba, en el atardecer griego
de Minerva y la diadema 
de la sabiduría esculpida
que se posa como penúltima envoltura
hasta ser el molde crujiente 
pero inútil, de madera,
de alguna muñeca rusa 
sobre el estante de alguna biblioteca
o de una alacena: taxidermia del arácnido, 
el coleóptero y la mariposa…

Hasta entre los ibis
de misteriosa estancia
entre dioses tutelares 
del antiguo Egipto
perduran esas visiones: 
jeroglíficos vistos 
en algún libro donde era posible leer 
la necesaria anterioridad del mundo inexplicable…

Entonces suena el badajo
aunque no haya naufragio que celebrar, 
y habla la lengua de una campana
orientada por restos de lo real:
rastrojos del trigo
entre los silos: molinos
en el momento de soltar 
en desbandada un más allá
de telas tejidas con hilos 
metálicos: redes de la nada
enredándose en el aire erizado
del silbido de un afinador  
cuando tensaba cada una 
de las cuerdas del piano…



Venecianas




Sé que ya no me piensas
cuando veo las lavandas
hacerse legendarias.
Entonces irrumpen los caminos
de la abeja moviéndose 
sobre una cinta de Moebius
para abrir el punto de fuga 
de la literalidad que a veces hay en las palabras
mientras el aire mece el recuerdo
de tus pasos circulando entre las puertas
esgrimiendo el tránsito en espiral 
de la luz de arriba hacia abajo…

Veo agitarse una hilera
de plantitas de nácar 
tus bostezos sin urgencia
la vitalidad con que juegan
en el jardín de la otra orilla
varios chicos cuando caen
se ríen y después se levantan.

Ya no me piensas, lo sé:
converso con la materialidad de tu ausencia
para que mi voz no enmudezca
y me abrigue de la intemperie
la imagen del pequeño espacio
entre “lo restante y lo restado”
donde escribía Lezama
cerca de la cocina 
en la casa de calle Trocadero
en la médula de las apetencias 
allá, en La Habana.
Con el dolor hago una lista
que ojalá fuera margen y bordado
para que el acto de mirar
tus cosas últimas
no generara tanto extravío:
un cordón tejido con lana rosa
un cepillito azul de cerdas suaves
el mantel de Zinacantán 
que todavía acaricia la mesa
con figuras dibujadas en lengua tzotzil
las dedicatorias que alcancé a leer
en fotos y tapas de disco de pasta 
grabados con boleros…


De: "Cuaderno del asombro", Barnacle 2022 



CLAUDIA CAISSO, Rosario, Santa Fe, Argentina. Doctora en Letras por la U.N.R. e Investigadora Independiente del Concejo de Investigaciones de dicha Universidad en cuya Facultad de Humanidades y Artes ha dictado seminarios de grado y postgrado sobre Literatura e Interculturalidad. Publicó, entre otros libros: De vértigo, asombro y ensueño: ensayos sobre literatura latinoamericana (2005); Fiel de lides, poemas (2006); El tímpano de la epifanía, poemas (2009); Estudios de cultura y literatura latinoamericana (2014), Culturas literarias del Caribe (2015) y Cuaderno del asombro (2022).
Imagen: La pelea entre Marte y Minerva de Jacques Louis David

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