María Inés Cantera | El poeta ocasional

María Inés Cantera

Pequeña nave viajera



TANTAS VECES    




vi perros muertos al costado del camino 
o en el medio de la ruta 
un instante en que el vuelo 
se detiene 
y el mundo es otro 
 
una vez 
vi una paloma gris 
estrellada en el asfalto 
le temblaban las plumas con el viento 
                 
vi también 
un gato siamés con  collar rojo 
            
                 no podía oír el llamado de la mujer 
                 que esperaba a un gato siamés
                 como si fuera el amante
                 como si fuera el mundo entero.

Vi perros durante días y días
despellejarse, consumirse cadáveres
sin tener un pedazo de amor que los entierre.

Vi liebres encandiladas
en el sueño de la luna y el pasto tierno

No hay vuelta atrás cuando la luz te ciega.
No hay vuelta.

Por eso anoche íbamos mansamente
el R9 y yo respirándole secretos al silencio.

Y anoche mismo vi un cachorro muerto
                      con los ojos abiertos
                      con los ojos fijos
                      mirando el camino que ya no era.
                                                         
como puñales
le brillaban los ojos
                      al cachorro           
                       
él mismo sorprendido
de su propia muerte.

Pensé en tantas veces de
cuerpos al costado de la ruta
o en el medio

pero nunca me habían puesto
ese torrente de luna vivo en cada ojo
ese brillo lunar en el camino.

Pensé en Atahualpa Martínez*
en el grito sagrado de su madre

y me aferré al volante
por abrazarme a algo
                                    no más
y no caerme en la noche.

y me dije sin voz
como quien reza aguas adentro
                                   de sus ojos

que estaba bien
que le escribiéramos poemas
                                  fueguitos sagrados
                                  al costado del camino
aunque no alcance.

Aunque no alcance.
 
                                                                                        
*Atahualpa Martinez, joven asesinado en Viedma, cuya muerte no ha sido esclarecida.



PEQUEÑA NAVE VIAJERA



EN estos días te dije no quedan más palabras en el mundo. Como esa tormenta cuando da vueltas pero conoce su destino, voy  para el lado del mar. Ya casi no puedo respirar. Nada que no sea esta luz de lavanda.  Un oleaje de colas de zorro en la banquina. 

ES tan rara la primavera. Llueve llueve llueve. Ni respiro. Casi ni respiro nada que no sea esta luz de lavanda. ¿Te acordás cómo decía Elba? Andan todos los diablos sueltos.
Y andamos por los patios apretando los frutos que no fueron.

BRAMIDOS marinos de ese viento  más loco que una cabra. A vos  te hubiera gustado ver cómo llueve tanto. Verme arrancando caracoles del corazón de las flores. La salvadora de caracoles. Tendrías que ver cómo les hablo mientras los llevo al río porque no sé matarlos. Te lo hubiera contado entre mate y mate alargáaandolo todo.  Exageráaaandolo todo. Inventando para tus ojos de agua.  Para que no pueda quedarse sin palabras. Tu mundo. Tantas cosas chiquitas hago.  Pedir permiso a las abejas, Señoras del Romero y la Lavanda. Tantas cosas ridículas, ahora también Salvadora de caracoles. 

OTRAS trato de escribir algo que no te nombre.  Por eso me voy quedando así. Quedita. Quietita. De este lado de la lluvia.
 Por eso salí a campearte.

NO sé cómo es tu país. Nunca estuve.


ACÁ nos abrazamos más a causa del derrumbe.  Un  tatuaje en brazo  de mujer: Abrazame  y no me sueltes hasta que ella vuelva. 

PERDIDA sin saber de dónde viene el viento.
 A la hora del mate podrías volver.
Viento del este lluvia como peste. Norte claro sur oscuro, aguacero seguro
etc, etc. 
Tu voz podría volver.
La de Treinta días trae noviembre con abril julio y septiembre…  que nunca  pude aprenderme. O tal vez  no quise. 
Para oírte recitar. 

MUJER mirando al sudeste,  cuando me levante mañana.  De mi boca a la tuya voy a soplar tan  suave la flor del panadero.  Esa nave de semillas.
Pequeña nave viajera.
Y en una de sus joyas emplumadas veré partir  en el centro del patio un deseo que busque su nido. 

SOY la heredera de tu silencio pienso tanto en lo que me gustaba y en lo que no.  Esa piedra preciosa: la ausencia de sonido.  Aunque es muy tarde en el desvelo pienso en esa piedra poderosa la ausencia de sonido. Quiero ser la heredera de tu silencio.  Del bueno. Como el colesterol  hay uno bueno y uno malo. 

EN  los poemas que no terminan nunca pienso. Como la vida siguen

EN este instante que acaba de pasar en la piel azabache rasgada de la luna creciente por el borde mismo del mar
ahí ahí 
va cantando tu callada
ahí ahí
tu empenumbrada
montada en la llovizna azul de un día que amanece
otro
para salvar caracoles  

 


MARÍA INÉS CANTERA (Carmen de Patagones, Buenos Aires, Argentina)
Fuente: Poetas del mundo 
Referencia Pequeña nave viajera: Transversal.  Poesía contemporánea de Río Negro. Antología Fondo Editorial Rionegrino. Compliación Graciela Cros.

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