Sandra Pasquini: Dentro hondo en la retina de mi padre... | El poeta ocasional

Sandra Pasquini: Dentro hondo en la retina de mi padre...




Dentro hondo en la retina de mi padre  
soy todavía el deseo pulsante de un hijo varón 
la niña que acierta la pelota con cultivada destreza dentro del arco imaginario 
la que enfunda una pistola de plástico azul en la cintura 
la que esculpe indios y fortines con masa de colores 
y remonta barriletes de papel de seda hechos con cañas de tacuara  
con mensajes escritos para Dios anudados en la cola de trapos 
la que siembra a su lado semillas de luz en los almácigos  
con las manos entumecidas por la escarcha 
en el terreno del  fondo en la casa de calle Brown 
dentro hondo bien hondo en la retina de mi padre
donde las imágenes han comenzado a perder su forma lentamente
como un objeto que un momento antes ha sido arrojado al agua 
y se expande ajeno dentro de su cauce 
he comenzado a deshacerme a no ser
a transformarme en otra
en lo hondo muy  hondo de la retina de mi padre
soy su negación 
lo resignado del amor 
la pequeña bestia atada a los barrotes de su jaula
en lo hondo muy hondo de la retina de mi padre 
soy la que huye la que repele siempre la estocada
el garfio infeccioso de la culpa 
la que reverbera desde la infancia la que percute su nombre y lo subraya
soy en sus ojos la ira de mi madre el golpe su abandono
soy esas muchas otras de mi misma que rechaza
su madre pequeña soy ahora su fantasma 
la fiera embrutecida lavando sus llagas
llevando una vez más la cuchara hasta su boca 
la mano que asea que levanta que alimenta que acaricia
su cuerpo ahora raído por la enfermedad
desacostumbrado a las manos de otro cuerpo
soy su no varón la astilla del espejo roto en que se mira
el rostro del niño en que se encuentra
cuando ahora es a mi hijo a quien le doy en la boca el alimento
y de él es mi mano que asea que levanta que alimenta que acaricia
soy su madre varón la que remonta barriletes de papel de seda 
la que no enfunda una pistola de plástico azul en la cintura
la guardiana la sembradora la todavía niña en la memoria de los almácigos helados
en los fondos de la casa de calle Brown esos inviernos.



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