Rubén Echagüe: Ya no circulan automóviles y los esqueletos vagan sin rumbo | El poeta ocasional

Rubén Echagüe: Ya no circulan automóviles y los esqueletos vagan sin rumbo

Ruben Echagüe


La calle      




Me anudé como pude el barbijo –el corregidor ordenó usarlo 
siempre que algún ejemplar de nuestra especie afronte la 
intemperie– y me lancé a la calle, pese al edicto oficial que 
sanciona severamente a los que fotografíen rosetones góticos. 
Pero me enfrenté con que ya no había calles... Solo la arena
candente del desierto, de la que emergían algunas pirámides
escalonadas de la tercera dinastía, un móvil de Calder y siete
minaretes en los que la presencia del almuecín había sido
suplantada por altavoces que difundían un largo... interminable
suspiro...
Entonces dirigí mis pasos hacia un espejismo que, por fortuna,
estaba a un precio bastante razonable.



La cuarentena




Ayer se le cayó un diente al peine y esta mañana, tres dientes más.
(Se trata de un peine que había comprado hace tantísimo tiempo,
cuando aún procuraba armonizar los colores de mi baño).
¿Dónde comprar ahora un peine? No puedo ir a desenterrar uno
en una tumba etrusca cuando todas las fronteras están cerradas,
ni aspirar a la peluca de Bach, cuando las teclas de mi clavecín
podrían estar horriblemente contaminadas...
Si mi peine tuviera cuarenta dientes y perdiera con absoluta
puntualidad uno por día, la sencilla ecuación es que yo llegaría
al fin de la cuarentena (o de la vida) cada vez más despeinado.



La ciudad




Ya no circulan automóviles y los esqueletos vagan sin rumbo
ni DNI entre las literas abandonadas, los submarinos que
diseñó Leonardo, pero que hoy no superan los protocolos de
seguridad en materia de navegación, y las diez o doce hienas
embalsamadas que escaparon del Museo de Ciencias Naturales,
donado a la ciudad por Madame de Chenonceaux, una hija
bastarda de Luis XV...
Pero las hienas apolilladas resultan más reconocibles por sus
nombres: Adela, Lucrecia, Dolores, María de las Mercedes,
Trinidad, que los esqueletos tristemente anónimos, y solo
identificables por el color de sus barbijos o por el número que
les cuelga, como si se tratara de un pectoral de amatistas, sobre
el esternón de marfil.



El yo




Me levanté de dormir sin saber quién era, cosa que antes de
esta cuarentena me ocurrió muy pocas veces...
Dudaba entre mugir o cacarear, y entre lamer los azulejos del
baño, que tienen un agradable gusto a jabón, o ir a ofrecerme
para blanquear la Capilla Sixtina.
Si hallase otra criatura similar a mí tal vez podría reconocerme,
aunque la muerte con barbijo me haga muecas desde el interior
del espejo, intentando captar mi simpatía...
He perdido mi Stradivarius y –lo que más me preocupa– también
el pasaje a Cremona para ir a encargar otro... (Las teclas del
clavecín se independizaron y planean en las cercanías del techo,
dibujando elegantes curvas).
Olvidé quién fue Beethoven, y Kafka, y Frida Kahlo, y lo más
probable es que nunca haya sido yo un perro de circo que
supiera hacer música...



RUBÉN ECHAGÜE
(1948, Rosario, Santa Fe, Argentina)
"Rubén Echagüe es licenciado en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Rosario, alternó la creación plástica con la literaria, y en 1989 dicha universidad editó su libro Augusto Schiavoni, sobre la vida y la obra del referido pintor. Entre 1985 y 1990 dirigió el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario, y en 1990 creó, en la misma ciudad, el Espacio de Arte de la Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez, que coordinó hasta 2014. Conferencista, crítico de plástica, curador y jurado en diversos certámenes, ha prologado infinidad de catálogos y escrito numerosos ensayos y artículos sobre su especialidad y sobre temas de interés general, colaborando en la actualidad como columnista free lance del diario La Capital de Rosario y de su suplemento dominical “Cultura y libros”. Dio a conocer su obra poética a través de la revista literaria El Centón, que dirigiera el escritor y poeta Gary Vila Ortiz, y de la que fue colaborador permanente. Volcado de lleno a la producción poética, al presente volumen lo precedieron sus libros de poemas La casa en llamas (2013), Fin de la edad de oro (2016), Paraíso negado (2018) y Celda (2019)." 
Fuente: "Poemas de la peste", Ediciones en Danza, 2020
Imagen: Página 12

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