Antonio José Trigo | El poeta ocasional

Antonio José Trigo

Poeta Jose Trigo sentado en un sillón blanco


“La noche es un mundo que la misma noche alumbra”
Antonio Porchia


Fragmento I



Y en todo estabas tú…
Ahora tan sólo persiste tu encendimiento
con los bordes carcomidos por la sombra.
Tu palpitación, sitial de mis desgarramientos
donde aves de verano sorben
el agua de mi mirada
formulando otros silencios;
donde se deslíe en paisaje
el rumor implume con que giran
las alas vacías en mitad de la noche,
como en aquel tiempo antiguo
borrando los deslindes del sueño
en que de pronto sentíamos
convertirnos en piedra como el cielo.



Fragmento III



Con lento dolor algo amanece
dentro de la alta oscuridad
y se aleja sin volver por sus orígenes
y se me pierde, flama de mis vigilias,
descendiendo, buscando el centro
en esta hora última —nudo de agonía—,
en que alumbro el deseo oscuro de ti.

¡Ah si pudieras ver en mi mirada,
no el largo surco de desmentida lluvia,
sino el cordel de lejanías
que ata el blanco esquivo de mis ojos
a la órbita negra de tu iris
o planeta múltiple salpicado de mar!

¡Ah si pudieras mirar la noche
estirar su ala dura
de vuelta de quién sabe qué mundos,
línea de mar donde el mar tropieza,
abierta para siempre a mis afiladas singladuras!

La luz a ciegas por extraños caminos
descubre el paso tranquilo de tu senda;
desgaja tu aire, tu aleteo de alondra
sobrevolando los largos arrecifes
de mucho confín adentro.
Luz increada que sobre ti columna,
encubriendo tu desnudez de río sin orillas.

Sólo de sí, hipnotizado en su vacío,
tu cuerpo toma del silencio la forma,
mientras en el cristal de lo oscuro ofreciente
aldabean las pupilas desnudas de los pájaros.

De: "Rapsodia de lo Oscuro Ofreciente", Aquilea, Cuadernos de Poesía, Málaga, 1990



XI



En el agua ardida de la noche
enarbolas el pulso de mis fingidas muertes,
idéntica en tu luz al sol primero,
mas, siempre queda la otra incertidumbre;
este ciego ver que no se ve que se ve
y se gana lo que se pierde;
este monótono saber que no queda nada
de tanto ardor y tanto sufrimiento
mientras la caída final del astro de los pájaros
se suma en la distancia
para no ser más errabunda materia
entre la granada deshecha del fervor
y la invalidez de todas las consistencias.


De: "Estancia de los detenimientos", Editorial Playor, Madrid, 1990

X



El mar, llamémosle así, fue siempre mi herida,
mas también fue la excitación vencida de mi mirada.
El mar, el mar, reanudando una y otra vez
su precario oficio de marcar el paso de las lunas
sin saber si es un ala caída de no se sabe
qué comba agonía del aire, un espejismo
de mirada candidísima que se beben
los pájaros al girar una rueda de estaciones
o una lluvia extraviada que se olvida en sus memorias.

Aquí me quedo, lejos del mar, a un paso,
como quien vuelve de un largo viaje
a lo que siempre fue cuando no era un adarme de sal,
a lo que nunca dejó de ser siendo un adarme de sal,
sin hacer inventario de restos en la arena,
aunque (siempre que la noche insidiosa lo permite)
le digo al mar que venga a sentarse a mi mesa,
porque –oh paradoja– he de subsistir
como el agua subsiste a pesar del cierzo o la sequía.

Entonces, rota la imagen inventada desde la niñez
y sin espejo donde estar que especula,
el mar me lleva así de la mano y me enseña
que soy, como todo hombre, de la luz que me sigue.


De: "Esquemas para una decoración del agua", La Cuerda del Arco, Sevilla, 1990

ANTONIO JOSÉ TRIGO
Fuente: Blog de Antonio José Trigo
Imagen: Poetas Antología Mundial
Nací en Lora del Río (Sevilla), el 22 de abril de 1961, diez días después del viaje al espacio del ruso Yuri Gagarin y trece días antes del viaje del americano Alan Shepard. Un mes después, mi padre hizo un curso de vuelo sin motor. Estuve en órbita hasta los 17 años, en que dejé de entregarme al proceso del mundo, abandonando los estudios oficiales, al darme cuenta de que "en él (el mundo) no sólo se mueven ruedas despiadadas, también se derrama un aliviador aceite" (el arte, según Nietzsche), y de que sólo podemos llamar nuestro —como observó Goethe— “la energía, la fuerza y la voluntad”. Desde entonces, sin más estudios que una licenciatura en el vuelo de las aves y las regiones estelares, y un máster en Estudios Audaces sobre mis Noches y mis Días, trato de darle voz a la sorpresa de las cosas. He publicado varios libros de poemas y de ensayo, dirigí una revista de poesía llamada “La Cuerda del Arco”, y dibujo y pinto cuando me viene en gana.

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