Alberto Pellegatta, tras el halo del amor, por Esteban Nicotra



Se destila el tiempo en una mirada...



“Se destila el tiempo en una mirada”
y es un sabor que no era
nada, era un castillo flotando
en la hierba, una llanura
que en los ojos se expande
como una lágrima opaca.

Era una ciudad recluida
en muertos círculos,
curva corría por viales
que fueron canales.

Vino con las manos en el pecho,
los ojos pálidos. El cielo
ya maduro, un metal oscuro.

Es decir, una dulce, exquisita,
casi inmensa ternura,
densa de casas desordenadas
y de caras contentas.
Calles y plazas frecuentadas en otros
tiempos,
macizos de plantas y balcones,
ropas tendidas. Las ventanas
encendidas.

“Recogeré las cosas
y él
se olvidará en un beso”.
     

                            De “Mattinata larga”


Entrabas apenas por la puerta...



Entrabas apenas por la puerta, jazmín,
aún tenías labios de cereza
sobre la boca. Grandes ojos. Nueces
en la noche de enebro. Y eran
expresiones del fuego.

Pero ahora, después de este espacio
abierto, entre la herida y la sangre,
después de las equivocaciones:
las cosas se mezclan,
se concentran,
en la sinceridad de una sombra dibujada
en la ventana, mientras afuera
el tigre muere en la nieve
y ahora que te llamo: no responde nadie.
Ni beso, ni boca. No siento
ya aquel gusto de canela engañosa
y se ha disuelto tu cara como cera.

Sin embargo, era blanca de luna...
Verde
era la estación (y azul el silencio)
verde albahaca, verde limón.

                                        De “Mattinata larga”


La noche embellecida...



La noche embellecida por miles
de iglesias en llamas,
devora nubes como una pantera.

Tenías un semblante espléndido
y un aliento de insecto.
Otra que mariposas... -falenas,
imprudencias y algas.
                                     

                                        En “Almanacco dello Specchio 2010”


Ese día de junio...

                                              para Alice


Ese día de junio
también las ramas se elevaron
en vuelo como pájaros.
Eran tus ojos abismos
sin audio. Tus pensamientos, corales.
Llorando alzabas las mareas.


                                         En “Almanacco dello Specchio 2010”


De la nueva generación de jóvenes poetas italianos, Alberto Pellegatta (Milán, 1978), al decir del sumo poeta que es Maurizio Cucchi, es “una de las figuras principales”. No por nada el propio Cucchi no sólo ha prologado su primer libro de poemas (Mattinata larga, Lietocollelibri, Faloppio, Como, 2002), convirtiéndose así, como con respecto a otros jóvenes poetas, en un verdadero descubridor y maestro de las nuevas generaciones, sino que además lo ha incluido en esa interesante y muy útil antología, para todo lector italiano y extranjero, publicada por la editorial Mondadori en 2004: Nuovissima poesia italiana. También ha sido incluido en la antología realizada por Mario Santagostini I poeti di vent’anni
(Stampa, Brunello, 2000). Colaborador de las reconocidas revista literarias “Nuovi Argomenti” y “Caffè Michelangiolo” recientemente Pellegatta ha publicado en la importante y ya tradicional reseña literaria “Almanacco dello Specchio” (2010) una serie de poemas de los cuales aquí también damos cuenta con algunas de nuestras traducciones.
Alberto Pellegatta escribe poesías de amor, pero más que definir los rasgos del ser amado, apresándolo en las palabras, lo libera en la memoria de la magia de su circunstancia. Esta casi cacería de lo indecible, de lo inasible, tiene siempre la gracia de un color, la fugacidad de una cadencia. Pellegatta lo sabe y no por nada el poema que abre su libro Mattinata larga dice: “La memoria tiene salas inmensas, / cuartos llenos de espejos, / polvo inaccesible. Pero, en cambio, / este instante es intermitente / como una imagen rota”.
            Pero aunque en la memoria, o mejor, en la memoria del presente –que es a veces la poesía- la realidad sea una“imagen rota”, el poeta con morosa persistencia reconstituye en el ámbito del
poema, sin rastros de la ruptura, no la experiencia ya definitivamente quebrada, sino ese “no sé qué”, esa parábola oculta, que la realidad no supo comprender, no supo conservar.

            Poesía de amor, sí, y en buena hora, pero al mismo tiempo, en su cacería de una cadencia, de una atmósfera, de la “ocasión” diría Montale, un humilde amor por las cosas concretas, cotidianas.
La “mermelada” de la mañana siguiente, la “baldosa” casual junto a la cama “de los suspiros”, la “hierba seca bajo los pasos”, los “balcones”, las “ropas tendidas”, el “metal oscuro” del cielo milanés. Pero a diferencia de las “ocasiones” montalianas, aquí ya no hay rastros de ninguna “inminencia”, aquí
todo es ya llano destino asumido, un tenso estoicismo descreído. La gracia de esta poesía está en esa dignidad y en su alegría consiguiente, más allá de este supuesto.

            La poesía de Alberto Pellegatta es como una mano extendida que va rozando y modelando en la noche, o en la clara mañana, con sus dedos firmes y delicados al mismo tiempo, los mínimos
accidentes y perfiles del rostro de su amor, del rostro y del halo que lo envuelve.

poesía italiana
Otros poemas de ALBERTO PELLEGATTA, aquí  Traducción: Esteban Nicotra  Enlaces: Universidad de Valencia |  Letralia Imagen: Ansalatina

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