Alfiler
Los jóvenes ya no eran jóvenes según ciertos estándares.
Los viejos eran viejos para cualquier estándar.
Los niños se habían ido detrás de los perros.
Los buenos chistes se contaban con los dedos de la mano
y además no había nadie para apreciarlos.
(No tener secretos obliga a conversar en voz baja).
Como el agua y el aceite, dijo alguien, ¿pero qué quería decir?
Haber carecido de todo sentido alguna vez
era una etapa infaltable en el cursus honorum
de cualquiera que se preciara, la tragedia
de la incomprensión, sí, gozaba de prestigio
y era el preámbulo ideal para la apoteosis
que caía al final sobre cada episodio absurdo
dotándolo de un sentido, igual que de una absolución.
Como el agua y el aceite, o como una amiga
que recorre todos las mercerías del barrio
buscando un tipo específico de alfiler
inhallable, usando una conversación
casual como pretexto para introducir
una palabra en la que pensó todo el día.
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