Azucena Salpeter | El poeta ocasional

Azucena Salpeter


Los puentes de Madison     




La señorita Zito no soporta las cortinas 
todas las mañanas tiembla con el cisne del pintalabios 
se sostiene de las alas del sombrero 
cruza el viejo puente abandonado 
ata una cinta roja a la armadura de hierro 
guarda en el corpiño la de ayer 
a medianoche cena con candelabros 
acaricia a los gritos la cinta del pecho 
me hace fuck you 
sonríe a Clint Eastwood. 



§



"Imagine", dijo John Lennon
Y me regaló seis paltas
las puse en la frutera al lado de los limones
son negras y brillantes
todavía cerradas al tacto
nadie sabe qué guardan
no cantan del modo habitual

son más negras que los
cabellos del mar
tienen un mechón rojo en la sien
sin embargo al lado de los limones
emiten cierto resplandor.



Milagro de una pájara para el siglo XXI





Una anciana
florista de la plaza Cibeles

Afirma que una
pájara migra tras los océanos de su cerebro

Y gracias al
viento Norte

Pudo superar
antes que el Concorde

Los 15.000 km
del canto de amor de las ballenas

De modo que vino
a caer justo al lado del balde de lluvia

En la escuela de
Pozo del Tigre

A la hora exacta
de servir los 40 jarros de mate cocido y galleta

Ave raris
Esta pájara
Las rodillas
iguales a las de mi abuela

A pura guitarra
sobrevuela el Aconquija los patios de San Telmo

Los aguaribay y
yerba santa

Sin pronunciar
un discurso ni una fórmula

Para multiplicar
el pan y los peces

Acampa en el
Pilcomayo junto a mujeres que bañan niños de verdad

Al margen de la
historia

Pero de tanto en
tanto

Improvisa nombres
que caen como ungüentos para el alma

Ybirapitá, por
ejemplo

No es un
satélite ni un país

Ni siquiera un
comando secreto

Ni son cartas
credenciales de un diplomático tuerto

Ybirapitá

No es una orden
al mérito ni un escudo nuclear

Pero ¿quién no
se va a curar las arritmias de león enjaulado

Bajo la fronda
valseada del Ybirapitá?



No corras como loca por Venecia




Quería ser Fred
Astaire

pegaba tapitas
de cerveza en los zapatos

cantaba
somewhere my love

iba de Lwów a
Venecia

el bolso
abultado de mapas como plegarias

pasaportes
picoteados por la nieve

nombres en idish
y en lunfardo

fotos de grullas
en las partidas de nacimiento

vestida entera
de papelitos arrugados

desplegados en
la mesa de la cocina y vuelta a arrugar

una mariposa en
el puño del corazón

abrió la
ventanilla

rasgó un pedazo
de pollera

y me colgó hilos
tiernos a modo de corbata

te alcancé un
ramo de rosas de zapallo en papel madera

para que me
escribas

al menos tengas
a quién contar

si hay paz

si encontraste
los pájaros perdidos

el país de la
mariposa

de la boca del
puño del corazón

por lo menos las
rosas de zapallo en papel madera

saben escuchar

como el sombrero
de Dios

ahora

que el andén
comenzó a marchar en sentido contrario

igual que la
eternidad

todavía estoy
aquí

agitando la
corbata

para que me
sepas

no corras como
loca por Venecia

con tapitas de
cerveza en los zapatos

nunca te voy a
abandonar.



Babas del diablo



Hace unos años
yo cuidaba el jardín de otra manera.
Estaba atenta a las chinches de las lechugas
a las arañitas rojas del tomate.
En la noche cazaba caracoles y babosas
en las tardes colgaba móviles
para espantar a los pájaros que comen las frutillas.
Tenía un plan perfecto para la siembra
todo muy bien organizado y correcto
para enfrentar la vida.
Hasta que me dije
por qué razón hablar continuamente con las lavandas,
ellas también, como cualquier humano
necesitan estar a solas.
Las semillas que se esparcen por sí mismas
eligen el lugar apropiado y crecen felices
como los poemas
cuanto más libres
más responsables de su propio destino.
De manera que ahora cuido el jardín
sólo cuando me necesita.
Riego si hay sequía
por ahí sujeto alguna tomatera
o cubro los canteros si hay granizo.

Ahora vienen miles de pájaros amigos
a ovillar babas de diablo.



Frutos rojos




Abrió la jaula
se desató las trenzas el vestido

se sentó a mi
lado

a tejer las olas
del telar

tensó hilos
aflojó nudos

me enseñó a
nadar a respirar

a leer por
transparencia a correr

faisanes en la
niebla

me lavó los ojos
sacudió las mantas

me dió de beber
nenúfares del Nilo

comimos frutos
rojos

y ya no tuve
dudas

contó que alguna
vez alguien la engañó

pero ahora le da
risa

que no le gusta
que le saquen fotos

el amor es éso.


AZUCENA SALPETER (1942, Formosa, Reside en La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina)
Enlaces:
http://www.tuertorey.com.ar/php/autores.php?idAutor=316

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