Francisca Aguirre | El poeta ocasional

Francisca Aguirre







Francisca Aguirre




Desmesura





A Javier Statié



Dijo que no. Y el Tiempo se quedó sin tiempo.

Luego, la vida hizo una pausa

y todo pareció recomponerse

como esos acertijos infantiles

en los que sólo falta una palabra,

una palabra necesaria y rara.

Pero dijo que no. Cerró los labios

y escuchó el gorgoteo de las sílabas

luchando por vivir a la intemperie.

Dijo que no. Y el tiempo oyó el silencio.

Luego, la vida hizo una pausa.

Y todo fue distinto: el dolor fue

más cauto, más sensato,

la lujuria lloró en su madriguera.

Y el tiempo inauguró sus máscaras:

hubo un pequeño espanto en los rincones,

temblaron los espejos agobiados

defendiendo impotentes el azogue.

Los pájaros callaron esa tarde

y la luna brilló blanca y sin manchas.

Ardió la noche como vieja tea

con la absurda avaricia de la muerte,

con su luto distante y pegajoso,

y un rencor resabiado y carcomido

descargó como lluvia en el desierto.

Entonces, sólo entonces,

oyó a su corazón ladrando

y se volvió despacio a los espejos

y los vio tiritar con mucho frío

y pedir compasión desde su escarcha.

Y no supo qué hacer con tanta desmesura:

cerró los labios y escuchó al silencio.





Desde fuera.





Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza.


¿Y quién querría descender al fondo

de un silencio más vasto que el océano?

Silencio son sus habitantes,

silencio y ojos hacia el mar.



Desde fuera

las aguas son caminos

desde la playa son sólo frontera.

¿Y quién sería el torpe navegante

que entraría en un puerto sin faro?



Desde fuera, los dioses nos contemplan.



Desde aquí, no hay un pecho

capaz de cobijarlos:

los dioses son palabras; con el silencio, mueren.

¿Alguna vez la isla fue distinta?



Quién lo puede saber desde el aturdimiento.

Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar.






Francisca Aguirre (1930, Alicante / 2019, Madrid, España)




0 Comentarios