Francisco Garamona



Hace un rato me reí, por un chiste estúpido
(mis preferidos y de los que además soy experto)
pero tenía en la tráquea el humo de un cigarrillo 
que me hizo toser y me quemó la garganta. 
fumar y reír, mal matrimonio.
Después salimos por las calles de Lima,
y como muchas veces pasa,
entre nosotros,
no logramos que fluyera la energía
y hasta a un amigo, brillante,
tremendo, esplendoroso y a veces cansador,
porque se fue se boca con algo
que yo le había dicho en privado
y no correspondía hacerlo público
aunque no fuera un secreto
le dije dolido "sos un traidor"
por lo que se fue sin saludarme.
Chileno tremendo, no te bancás nada.
Después me volví a mi hotel
y al rato me fui solo,
me alejé, como diría Carpentier,
para ir a una discoteca
en la que no conocía a nadie.
Hice amigos al instante,
momentáneos y efímeros,
tomé mis tragos transparentes,
la gente alrededor era corriente,
muchas chicas hermosas,
eran realmente así.
fuí al baño un par de veces,
se me cayó una tarjeta Sube al inodoro,
(resabio de una época política gloriosa)
y la dejé ahí, hasta que un chico,
psicólogo según él, la rescató
y me la trajo. ¿La lavaste? pregunté
intuyendo que no lo había hecho,
por lo que corrí al baño y la limpié.
Siempre un extranjero extranjeriza,
aunque la mugre, los detritus y residuos
sean iguales en cualquier parte del mundo.
había una raiz misteriosa que en mi charla,
dajaba pasar de lado mi descrédito
– ellos creían que era un enano tarado y desesperado
aunque en Perú son casi todos más petisos que yo.
(igual, como hay que hacer si eso es posible
pagué una ronda de cerveza, que por supuesto no bebí,
nada me aburre más que esa bebida destinada a los niños
que se inician en los secretos del alcohol).
Puse música en la rokcola vieja,
virginizé a un publico cautivo.
después fui al baño otra vez
y el piso estaba tan mojado
que con mis zapatos finos de suela de cuero
me resbalé y caí al piso tardiamente
y encima me di la cabeza
contra una parecita inconmovible.
cuando volví a la pista (de la que era el dj inobjetable)
todos se habían ido ya,
así que caminé hasta mi hotel,
con paso firme.
pero antes les pregunté a tres o cuatro patovicas
que custodiaban la puerta de una serie de boliches
si esa había sido la casa de martín adán,
(al que todos ignoraban)
uno de mis poetas favoritos,
porque sabía que en uno de esos hogares coloniales
ahora devenidos en discoteques de regaeton
él había pasado su vida escribiendo los libros
que no puedo olvidar
porque los recuerdo siempre
y son parte de mi vida...
caminaba rápido, solo en la madrugada sola
con miedo a que me roben,
(tenía todo conmigo, plata, tarjetas, y otras cosas,
y hasta los dientes de oro de una puta polaca
que un amigo me dio por si me quedaba en cero)
pero como igual algo sabía
de la ubicación de la casa natal del poeta
me recliné contras las rejas del frente de la fachada de la casa
y con una voz casi inaudible dije:
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Francisco Garamona (1976, Buenos Aires, Argentina)
Enlaces: Página 12
Imagen: Facebook de FG


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