Gustavo García Saraví | El poeta ocasional

Gustavo García Saraví

Primera carta






Como dos islas,


como dos animales de distinta especie,

como una margarita con un sable,

como un trozo de ónix con un álamo,

nunca podremos

reproducirnos,

tener un hijo, una semilla,

algo en común y perdurable, parecido

a lo de todo el mundo: fotografías,

un día semanal para ir al cine,

ciertas costumbres,

modos insustituibles

de hacer (y deshacer) el amor, un espejo.

Existen fuerzas,

circunstancias, océanos, imanes de crueldad

que nos separan

irremediablemente, anclas, cadenas,

emigraciones 

de golondrinas

que nos hacen perversos, diferentes,

mutuos devoradores,

especialistas

en vidrios rotos y poemas,

malas palabras y sollozos.

Y sin embargo, cuánta penuria en comprender

que también somos

dos dársenas vacías, dos pedazos de luna,

dos péndulos rabiosos,

oh, mi amada, blancura inolvidable,

última pertenencia,

mi destructora,

mi adorable destruida, mis cenizas.





Memorándum






Ayer cumplí fielmente con mis obligaciones


sin olvidarme –creo– de ninguna.

Pagué las cuotas del televisor,

la heladera y el banco,

el amoroso banco donde opero, que tiene

música funcional e ikebanas. Le puse

aceite al auto,

le di propina al gran rufián que cuida

(y descuida) mi planta baja "A",

compré un billete

de lotería

(que no me engañará, seguramente), me hice 

varios análisis clínicos (todos bien)

para llegar 

a los 200 años, puse al día mis cartas

y comencé a pensar en la paella

del domingo.

Claro que me olvidé de ir a la misa

que le rezaban a mi madre

(sería conveniente que nadie se enterara)

al cumplirse el primer inolvidable,

inolvidable,

inolvidable,

inolvidable

aniversario de su muerte.





Mi cama






Os podría explicar


cómo es cada uno de mis muebles:

el bargueño, la mesa

los sillones, la cómoda, detalles

de la repisas

la biblioteca, los espejos. Llevan

conmigo muchos años y casi forman parte

de mi propio inventario: la mandíbula

el sacro sacro, el páncreas, las dos manos completas.

Sin embargo, prefiero hablaros de mi cama

mi humilde cama

mi pequeño Mar Muerto, mi rectángulo

habitualmente distendido, escorzo

de la blancura, página

para escribirme en ella, copiarme textualmente.

También podría anotar como

al descuido que estoy solo, solo, más solo

que nunca, solo

en sus inmensidades e imperceptibles pánicos

solo entre sus riberas, sin un pie

un camisón, un muslo, una palabra

una melena

una nuca, una espalda, una respiración

un olor, algo

para aferrarse

a la vida y no morirse.

Sí, algo para

no morirse, de noche, solo

igual que un muerto

que resuelve morirse nuevamente.












Gustavo García Saraví (1920, La Plata, Provincia de Buenos Aires / 1994, Buenos Aires, Argentina)

De: “Obras completas”, Empeño 14, Madrid, 1981. 

Fuente: Fb de Jonio González

Imagen: Lazcano

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