En su atenuada modulación, cada uno de estos poemas resulta inseparable del que lo precede. El último no cierra el círculo porque no hay círculo que cerrar. El poema se fragmenta como la materia en suspensión pero no pierde su unidad con los materiales que lo constituyen: el agua, la arena, la escasez, el espanto, los pozos sucesivos, el guadal que vio desprenderse íntegro el cuerpo de la madre.
Fracciones integradas de una materia sólida reticente es lo que la poeta denomina con precisa ambigüedad “las desperdigadas minucias”. Leer estos poemas es ir hacia una voz nítida que prescinde de un cuerpo con su edad o sus días contados. Lo personal es esa voz que pone a evanescer un cuerpo – el del poema – que el lector aloja pero no alcanza a tocar en el cuerpo a cuerpo de la lectura. Construida con oraciones impersonales – he aquí el hallazgo que permite haber alzado una estructura tan sólida con casi invisibles pilares –, “aquello” que solo pronuncia “yo” tres veces, alcanza para fundar un pueblo de esta voz poderosa que se levanta sola y se ausenta. Porque aquí el único cuerpo no escamoteado es el de la madre en su pozo. Los otros cuerpos, el de los niños, el de los depredadores de a caballo, el de algunos otros, difusos, son consignados por su entorno: el de los niños se refleja en las voces y risas que echan a rodar por la boca del pozo o está determinado por desoladoras cercanías filosas; el de los jinetes es un cuerpo a la espera de consumar la falta en los corrales donde el alimento no sobra. Se trata de cuerpos sometidos a pura pérdida. Como el envés de las hojas que podrían albergar frescura y solo cubren formas duras del odio.
Alicia Silva Rey
Mi madre
toda ella se fue del guadal un día
de la escasez dice
para que yo
con idéntica escasez
viva entre los árboles.
A estas costas
llegan los domingos
y lo que se queda en la arena
para siempre
yo no he sabido volver
de antiguos nombres
pequeños ojos de agua
que la luna vuelve blancos.
Asomarse al pozo
no tenía otro sentido
que el de hacer retumbar
las voces y las risas
de aquella negrura
volvía un eco
más hondo que el agua.
Anotan los días del agua
y los días del trueno
pero no ven los caballos
en las laderas del sur
cuando la noche entra en los corrales
de nada sirve contar las faltas
las desperdigadas minucias
todo está aquí
junto al caliente asedio del miedo.
Se vive sembrando vidrios
pequeños trozos en punta
que crecen hasta cercarnos
no dan tregua
los resquicios del espanto
suelen volverse agudos
implacables
levantar la mano a tiempo
puede a veces
merecer la lluvia.
De toda esta verdad
tan verde
tan de nadie
escarbo la tierra con gusanos
el odio
que también es una piedra
la fiera que espera
en el envés de las hojas
a dar una estocada
pura este día
o para el próximo
así es como se escarba
la piel cambia
los dientes roen
las uñas laceran
el pozo se ahonda
es preciso enterrar en él
una verdad
o un pájaro.
A este cuerpo
también llega la lluvia.
De: "Las desperdigadas minucias", 2013
Formó parte del taller literario Piedra Viva. Publicó los cuadernillos de poesía: Signos en tu Espalda (La Luna Que, 2006) y Las Desperdigadas Minucias (2013). Su primer libro es También afuera es todo esto (Llanto de Mudo 2014). Participó en las antologías: Palabras de Dolores (Piedra Viva 1998), Poesía Hacia el Nuevo Milenio III (La Luna Que 2000), Poemas de la Sierra Grande (2004), Asueto, Hojas de Poesía (Asueto 2010), Más Vale Tardes (Postales Japonesas, 2011), Elefante (Ed. Rodolfo Schmidt, 2012), Habitar el Grito, Poesía y Memoria en la Perla (Ediciones del Pasaje, 2013), Palabras de Poetas (Babel, 2013), Tomá de Acá , Poesía para abrir el campo ( Biblioteca popular María Saleme, 2013 ), Obertura, Club Editorial de las Sierras Chicas (Dínamo Poético, 2013) y 20 años, Poesía Llanto de Mudo (Ed. Llanto de Mudo, 2015)
Envio de Alberto Cisnero
Fuente: http://barnaclecia.wix.com/home
Imagen: Facebook de LLM
Envio de Alberto Cisnero
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