Constantino Cafavis | El poeta ocasional

Constantino Cafavis

Constantino Cafavis

Un viejo




En la sala interior del ruidoso café
un viejo esta sentado, inclinado sobre una mesa;
un periódico frente a él, y ninguna compañía a su lado.

Y en el desdén de su edad miserable,
medita sobre lo poco que disfrutó los años
en que tenía fuerza, el arte de la palabra, y buen aspecto.

Sabe que ha envejecido mucho; está consciente de ello, lo ve,
y sin embargo el tiempo en que fue joven parece
ayer. Cuán breve el tiempo, cuán breve el tiempo.

Y piensa en cómo la Sabiduría lo engaño;
y cómo el siempre confió en ella –¡qué tontería! –
la mentirosa que decía, "Mañana. Tienes mucho tiempo."

recuerda impulsos que contuvo; y cuánta
alegría sacrificó. Cada oportunidad perdida
se burla ahora de su prudencia insensata.

..Pero con tanto pensar y recordar
el viejo devana. Y empieza a dormitar
inclinado sobre la mesa del café.



Velas




Los días de nuestro futuro están ante nosotros
como una fila de pequeñas velas encendidas–
doradas, cálidas y vivaces velitas.

Los días pasados van quedando tras nosotros,
una dolorida línea de velas extintas;
las más cercanas aún humean,
velas frías, derretidas e inclinadas.

No quiero mirarlas; su forma me entristece,
y me entristece recordar su antigua luz.
Miro hacia adelante hacia mis velas encendidas.

No quiero darme vuelta, para no ver y temblar–
cuán rápido la sombría línea se alarga,
cuán rápido las velas extintas se multiplican.



En los peldaños



Mientras bajaba por la infame escalera,
tú salías por la puerta, y por un momento
vi tu rostro nada familiar y tú me viste.
Luego me escondí donde no me vieses de nuevo, y tú
pasaste rápido ocultando tu rostro,
y te metiste a la casa infame
donde no podrías encontrar placer, como yo no lo había encontrado.

Y aún así, el amor que buscabas, yo lo tenía para dártelo;
el amor que yo quería– tus ojos me lo dijeron
tus cansados y desconfiados ojos– tú lo tenías para dármelo.
Nuestros cuerpos se sintieron y se buscaron;
nuestra sangre y nuestra piel entendieron.

Pero ambos nos ocultamos turbados.


CONSTANTINO CAFAVIS (1863, Alejandría / 1933, Alejandría, Egipto)
Imagen: redaccion.lamula.pe

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