Jotaele Andrade | El poeta ocasional

Jotaele Andrade


Jotaele AndradeEl regocijo doloroso del amor 



¿qué es este brinco 
amada 
en que el corazón ladea 
hacia el abismo? 

no puede ser 
la dulce muerte 
porque tu corazón y el mío 
son el colibrí 
aleteante 
y la flor abierta 

ni tampoco la súbita maleza 
del espanto 

pesa 
amar y ser amado 

no la disputa y acaso la pérdida 
y ya no esperarte 
entre las alamedas y el sueño 
en las esquinas 
donde 
enmohece 
la memoria 

pesa con su música 
de pájaros enloquecidos 
por la luz 

de manos que se multiplican 
y nada toman 
al final del día 

mi amor 
mi amor 

qué cruel sosiego 
este dolor 
indescriptible 
de lo que está unido 

tan intenso como un coagulo de sangre en la nieve 

como cuando cantan los ángeles del cielo y del infierno 

al unísono 



En toda catástrofe hay un milagro 



mientras cepillaba mis últimos dientes 
y muelas 

la podredumbre de las caries y de los besos muertos 
y las palabras 
de amor que no diré nunca 
y las otras 
enraizadas a lo indecible 

y la noche afuera era un niño 
frío 

y caído entre las cosas 

un cabello sobresalía 
colgado de otro cabello 

es lenta la calvicie 
me dije 

y lento 
irse cayendo 
entre muelas 
cabellos 
fatigas 
cotidianidades 

tomé la hebra 
frágil 
quebradiza 

qué modo de irse despojando 
de uno 
pensé 

mientras la dejaba caer sobre la blancura del lavabo 

fue bajando con una velocidad 
asombrosa 
hacia el mármol 

una hebra negra y curvada sobre sí misma 
cayendo verticalmente 
una parte de mí yéndose a estrellar 

cayendo 
como un bólido 
hacia un blanco estruendoso 

y deteniéndose 
de un modo abrupto 
a unos milímetros del lavabo 

podría referir 
las conjeturas 
la búsqueda de razones para semejante espectáculo 

pero mi corazón gozaba 
de ver 
aquel cabello 
flotando 
como si hilos invisibles 
lo sostuvieran 

oh misterio 
oh dicha de estos oscuros sucesos 

para que el poeta diga que en toda catástrofe hay un milagro 



Tenebrae factae sunt 



no fue una marmota 
malherida 
con que tropezamos 
y muere bajo nuestra mirada adusta 
y desconcertada 

no 
aquel día fue como si el mundo estuviera poblado 
sólo 
de marmotas agonizantes  

de bocinas estruendosas 

fue como si rompieran a pedradas nuestros huesos 
como si los músculos estallaran por un esfuerzo sobrehumano 

ominoso es el corazón de lo que amamos 

ahora 
en la pálida luz de la memoria 
es el carbón de tus días 
quien chisporrotea de pronto 
y enciende 
su íntimo recinto 

acaso es la piedad filial que nos reúne nuevamente 

acaso he aprendido a amarte 
como a un brazo amputado 

a cantarte como se le canta a un niño herido 
para siempre 
en la instancia fúnebre de la noche 



Perro con  bolsa de desperdicios 



y en la acera 
un perro callejero hacía rodar una bolsa de basura 

husmeaba un poco y luego 
otra vez 
con su hocico 
hacíale dar otra vuelta 

supuse 
con cierta lógica 
que había sido tomado por el espíritu 
de un escarabajo pelotero 
o por el mismo Ra 
de quien cuentan tomó el insecto esa costumbre 

los miré intrigado 
alejarse un poco 
bolsa y perro 
rodando 

hasta que su pericia 
olfativa 
encontró lo que buscaba 
y se concentró el perro 
en rasgar el nylon 

pensé en dios 
en la muerte 

pensé 
sobre todo 
en la vida 

en estar ahí 
dentro de una bolsa de desperdicios 
mientras hurga 
una boca hambrienta 



La ganancia de un hombre 



he ganado conmigo 
la reliquia dudosa 
del estremecimiento de la mano rozando el oro de aquello 
que se fuga 

y he perdido conmigo la majestuosa corona de la espuma 
arriba de la ola 
la algarabía del bosque y el estruendo de la gota al estrellarse 

pocas cosas gana un hombre 
acaso su polvo 
pero ya se ha desvanecido para entonces 

ni siquiera la materia en que su historia se escribe 

pero tú no saldrás de mi amor 
hasta que el día reviente su caballo 


JOTAELE ANDRADE (1974, La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina)

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