Marin Sorescu

poeta Sorescu


Contabilidad




Llega un momento
Cuando debemos trazar bajo cada uno de nosotros
Una raya negra
Y sacar cuentas.

Algunos momentos en que estuvimos a punto de ser felices,
Algunos momentos en que estuvimos a punto de ser hermosos,
Algunos momentos en que estuvimos a punto de ser geniales.
Nos encontramos unas cuantas veces
Con algunos montes, algunos árboles, algunas aguas
(¿Dónde estarán? ¿Seguirán con vida?)
Todo esto suma un futuro luminoso
Que ya hemos vivido.

Una mujer que amamos
Más la misma mujer que no nos amó
Suman cero.

Un cuarto de vida de estudios
Suma varios miles de millones de palabras forrajeras,
Cuya sabiduría hemos eliminado poco a poco.

Y, en fin, un destino
Más otro destino (¿de dónde habrá salido?)
Suman dos (Apuntamos uno y llevamos uno,
Quizás, quién sabe, exista la vida de más allá).



Simetría



Iba tranquilamente
Cuando de pronto, frente a mí
Surgieron dos caminos:
Uno a la derecha,
y el otro a la izquierda,
Según todas las reglas de la simetría.

Me quedé inmóvil,
Cerré los ojos,
Estiré los labios,
Tosí,
Y tomé por el de la derecha
(Exactamente el que no debía,
Como se comprobó más adelante).

Caminé por él como pude,
Está de más abundar en detalles.
Luego frente a mí se abrieron dos
Precipicios:
Uno a la derecha,
Otro a la izquierda.
Me lancé por el de la izquierda,
Sin pestañear, sin siquiera precipitarme,
Me lancé con todo por el de la izquierda,
El cual, ay, no era el sembrado con plumas.
A rastras seguí avanzando.
Me arrastré cuanto pude,
y de pronto, frente a mí
Se abrieron amplios dos caminos.
«¡Yo les enseñaré!» -me dije-
Y me empeñé otra vez por el de la izquierda,
Con hostilidad.
Equivocado, muy equivocado, el de la derecha era
El verdadero, el verdadero, como se dice, el gran camino.
Y en la primera encrucijada
Me consagré con todo mi ser
Al de la derecha. Y nuevamente
El otro fue el que debí tomar el otro...
Ahora están por terminarse mis provisiones,
El bastón de mis manos envejeció,
Ya no echa brotes
Para estar a su sombra
Cuando me embarga la desesperación.
Las piedras desgarraron mis tobillos,
Crujen y gruñen en mi contra,
Puesto que me he mantenido en una permanente
Equivocación.

Y he aquí que otra vez ante mí se abren
Dos cielos:
Uno a la derecha,
El otro a la izquierda.


MARÍN SORESCU (1936,  Bulzeşt / 1996, Bucarest, Rumania)
Fuente: www.grandespoetasdelmundo.blogspot.com
Imagen: www.weart.ro

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