Luis Bacigalupo













Los élitros de las moscas tristes






La tarde senil deambulaba cargando un tormento de jaspe

en las espaldas.

¿Debí apiadarme de ella o proseguir mi camino hacia el malecón?

Era imposible atravesar el muro de las moscas en Babia.

¿Has visto pasar la peste por allí?

Brotan las mieles por las hendijas del aire.

El aire caliente, pesado:

un bochorno ver a esas niñas espiando

los sueños de Aretino.




Siempre lo supe,

pero recién hoy pude comprenderlo.




El cielo se aferraba a la verja

con su ansia verde y trepadora.

Me conmovía el verlo alejarse de mí.

No me demoraba en estrechar distancias, según mi vocación.

Montado al vuelo de una mosca ascendía hasta las nubes

desde donde escupía hiel con desdén pasajero pero constante.

Un desdén núbil, de niñita nacida en la pringosidad.




Lo que sigue es historia conocida tanto

como la varicela y el sarampión

o esos gatos que parecen maullar cuando en verdad

sólo están hablando en chino.








Renegado






Negado, de todos modos necio,

sin control en el vacío donde horizontes sin vastedad

no halagan

el torneado de tus piernas.




Resaca y más,

hastío,

por si aflora en el jardín el túmulo negro.




Acerado el escalofrío de ceder

a unos labios agusanados.




Ay dolor


mecido en los brazos de una madre

sin progenitura,

arrojado a la risible verdad de unos dientes rotos.




Confía

ante todo en lo que digo.

La serenidad de este pesar es placebo apenas

¿dicha?

Ni en el extremo opuesto de esta confianza

he de defraudarte:

eso es felicidad.




Confía,

confía ante todo en tu confianza.

Llegado el caso, el caso ha de quedarse aquí,

rumiando entre nosotros,

como nosotros.

Al tiempo, habrá de marcharse

como sólo el tiempo lo sabe hacer.




Confinado en el trajín del túmulo quieto,

me has visto y no me has visto.




Una horda de gusanos asola mi campo.

Ay labios besados bajo una luna estival.




Porque se puede ser feliz en la oscuridad

pero no un exaltado que se sustrae de la fosa real,

del real agujero de sus pensamientos.




Miento, de todos modos necio.





Luis Bacigalupo (1958, Buenos Aires, Argentina)

Inéditos

Imagen: propiedad del autor


0 Comentarios