Diego Muzzio: La penumbra desconcierta | El poeta ocasional

Diego Muzzio: La penumbra desconcierta


Nox




Si la oscuridad resbala sobre las ventanas
y paralelo a mi mano persiste el fósil
de una taza de café, es que llegó la noche.
No puede extrañarme que llegue la noche.
No debería extrañarme. La noche siempre llega.
En silencio, empujada por la espuma
de otras noches disueltas tras su espalda,
o quizás al despertar de una siesta prolongada.
Cuando los ojos se abren a la oscuridad,
la penumbra desconcierta.
Pero ahora habrá que levantarse, tender la cama,
cenar, permanecer despierto hasta el alba;
y pensar, bajo la luz de la lámpara, en lo que dejé atrás:
tardes en que el músculo del brazo
trazaba en el aire la arquitectura de la pesca,
forma única y falaz de eternidad posible.
El sol hundido en la nuca, anzuelos que parecían de oro.
Y después abandonar el muelle con un volcán
de hirvientes pejerreyes, aun sabiendo que,
tres días más tarde, los peces comenzarían a morir
muy lentamente. Aun sabiendo que una mañana
encontraría diez tajos plateados en el agua estancada.
Miro mis manos con el mismo asombro de siempre.
Nunca dejaron de asombrarme, mis manos,
ni tampoco el mudo puño que retiene
el orden momentáneo de mis venas, de mis huesos,
el orden de la luz en los ojos siempre abiertos
ante la inminente caída de la noche.



Retrato de diego Muzzio, poeta en El poeta ocasional
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