Carlos Vicente Castro









Todo y nada











Habría que decidirlo más que decirlo,

decir, decir, obse­sion­ado estás con ese decir,

Dile­tante. No quiero aparentar que caes

y des­de­cirme. Pero caes. Bien, a veces,

y no es por dárte­las de trovador, de esos de man­te­les verdes

en pre­senta­ciones de autodidactas.

Hemos avan­zado cual si se nece­si­tara para hacerlo

nada más. Nada más que nada. Ni crees en el sentido,

y eso es decir mucho, un decir. Por si fuera poco,

por si la nada fuera poco, Dile­tante. Sísifo está azorado

con tus gestos de buena vol­un­tad en el canal de la TV

que siem­pre evita, y que hoy de pronto se le puso enfrente

como una baila­r­ina exótica, expósita.

No ame­drentas, no sirves un exce­lente café

y no gus­tas de semi­l­las de café doradas y cubiertas

de choco­late. Es decir, es un decir, vales

sor­bete. ¿Madre? Eso ni se men­ciona. Y no sor­bas, no es momento. No es

una invitación a tu baile de más­caras en un yate de lujo

como el de un Pres­i­dente habituado

al shop­ping en heladeras. Y esto, todo, la nada,

para decir poca cosa.







Carlos V. Castro (1975, Guadalajara, México)



Fuente: revistacritica.com/


Imagen: Revista Crítica




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