Ferreira Gullar: Rumbo al caos | El poeta ocasional

Ferreira Gullar: Rumbo al caos

Ferreira Gullar
Plátanos podridos



Como un reloj de oro lo podrido
oculto en las frutas
sobre la barra (todavía miel
adentro de la cáscara
en carne que se hace agua) era
todavía oro
el turbio azúcar
venido desde el suelo
                             y ahora
ahí: plátanos negros
                como bolsas blandas
                donde llega una abeja
                y gira
                y gira manecilla en universo dorado
                (parte nimia de la tarde)
en abril
        mientras vivimos

Y detrás de la urbe
(de la gente en la sala
o remendando)
a espaldas de la gente
frente a ella
a su derecha o
(tras de las palmas de los cocoteros
alegres
y del viento)
como un cinturón azul
y ardiente
el mar
golpeando su tambor

que
desde el estanco
no se escucha

¿Qué tiene el mar que ver
con estos plátanos
                     ya manchados de muerte
que a nuestro
lado viajan
rumbo al caos
                y se van fermentando
y ardiendo en agua y ácidos
camino de la noche
en su vertiginosa lentitud?

¿Qué tiene el mar que ver
con este estruendo
de aguas sucias
que hierven en los plátanos
con estas voces que hablan de vecinos,
de culos, de cachaça?
¿Qué tiene el mar que ver con este ruido?

¿Qué tiene el mar que ver con este patio?

Aquí, de azul,
apenas hay un trozo
de frasco de leche de magnesia
(hueso de ángel)
que se perderá en la tierra blanda
con la acción giratoria de la noche
y del perfume en las hojas
de la menta
              Ningún alarde
ninguna alarma
aun cuando el verano va gritando
sobre nuestros tejados

Poco tiene el mar que ver
con este baño de cemento
y zinc
        donde el silencio es agua:
        una esmeralda
        engarzada en el tanque
        (y que
                suelta
        se va por los desagües
        que hay bajo la ciudad)
En todo aquí hay más pasado que futuro
hay más muerte que fiesta:
                              en este
baño
de agua salobre y sombra
        mucho más que de mar
                               hay de floresta

Mucho más que de mar
en este baño
hay de podridos plátanos de estanco

y no tanto por el agua
en que se liman (donde
un fuego al revés
huye en azúcar)
más por la tersura de esta vida
de fruta
inserta en la vida de familia:
la tersura de un baño a media tarde

La tersura de una casa en el Nordeste
con sus cuartos y sala
con su baño
que esta tarde atraviesa para siempre

La tersura de una luz que hiere la vida
en el cuerpo de la gente
al fondo
donde plátanos podridos mar azul
hambre tanque floresta
son un mismo estampido
un mismo grito

Y la gente platica
en la cocina
o en la sala cuenta cosas
y en el habla en que habla
(ese ruido)
tanto estruendo hace el mar cual la floresta
tanto
fulgura en miel la tarde
- podrido fuego –
                como fulge
la esmeralda de agua
                que se fue

¿Sólo tiene el mar que ver con sus estruendos
con sus martillos blancos
su diurno
relámpago
que nos ciñe la cintura?

El mar
        sólo tiene el mar que ver con este baño
con este patio verde y este estanco
        sólo tiene que ver
        el mar
con esta nocturna
tierra del patio
donde gravitan perfumes y futuros
        el mar el mar
con su pistón azul y con su fiesta
        tiene que ver que ver                 
con estos plátanos
        donde la tarde se pudre como una
carnaza vegetal que atrae abejas
panteoneras
        tiene que ver con esta gente estos hombres
que lo traen en el cuerpo y hasta el nombre
        tiene que ver con estos cuartos tan oscuros
con estos muebles quemados de pobreza
con estas paredes viejas y esta poca
vida que en la boca
es risa y en el vientre
es hambre

Al fondo del estanco
en la penumbra
                hierve la llaga de la tarde
con sus moscas;
en torno de esa llaga está la casa
y están sus clientes
el barrio
la avenida
las calles y más patios más estancos
y otras casas con sus cristaleras
otras plazas laderas miradores
de donde se ve el mar
nuestro horizonte 


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De: Periódico de poesía

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