Leonardo Martínez | El poeta ocasional

Leonardo Martínez


La niña Alba



Trizaba la vida
hamacándose entre el látigo
y el almíbar de las uvas
Era mujer de grandes pechos
y de ojos como guaicas calientes
Me acuerdo del ludir de las sedas
cuando arrastraba su soberbia
por la penumbra de los patios
A su paso
dejaba un leve olor
a yegua en celo
Me acuerdo de su risa entre las flores
oscura
con vestigios de exterminio

Andaba por la casa como una criminal
impune
criando orgullo entre los escapularios
                          
                                    ( de Ojo de brasa, Cuadernos de Sudestada, La Plata, 1991)

La casa



Mi padre
heredó de viejo
la casa y los alfalfares de mis abuelos.
La casa estaba en ruinas
puertas y ventanas tapiadas
Las hormigas habían levantado grandes túmulos
en los pisos
Los techos filtraban el agua de las lluvias
y por los huecos de las tejuelas rotas
la luz caía en figuras cambiantes
Mi herencia fue en otoño
La iguana que tenía su cueva
en la sala de sillones sombríos
empezaba a dormir su sueño de invierno
Las comadrejas abandonaban el nido
hecho en la maraña del clarín de guerra
y en el patio
sólo se oía la embestida del viento
Los alfalfares ya eran montes
de vegetación áspera y cerrada
guarida secreta de habitantes
de la casa
Ahora
la casa está vencida
el tiempo clausurado


                                        (de El señor de Autigasta, Último Reino, Buenos Aires, 1994)

Las santitas



De tan humildes
nadie les conocía el nombre
Las llamaban las batateras
Sin registro en medio de los vivos
vestidas de frío y temblonas
salían de los inviernos a la oración
a vender batatas
Las cosechaban en una tierrita junto al río
y con el moro chuzo
tirando del carrito cargado
iban ofreciendo la mercadería
centavos de pulpa dulce
de la tierrita junto al río
Un día murió la madre
Por las encrucijadas las hijas
salieron a mendigar velas
Mi hermano les llevó unas cuantas
Dentro del rancho
estaba la muerta tendida sobre la mesa
y cañas huecas clavadas en el piso
hacían de candeleros
Por las paredes se colaba el zonda
y los sollozos
un mayar de gatos en la nochecita
Ha pasado mas de medio siglo
y todavía me acuerdo
no apareció el cura
ni se acercó un vecino
Las pobres hicieron un cajón de tablas
Necesitaron muchas y muchos clavos
y alambre para un cajón fuerte
La enterraron un día crudo
de luz indecisa
Más a la tarde
con su carrito y el moro chuzo
partieron las hijas
hacia las tinieblas
al fondo del invierno



Vuelta a la noche



Antes fue la noche
Es hora de regresar a ella
El bosque está en penumbra
La arboleda guarda en su ramaje
el vapor de todos los alientos
y la grieta de donde emergimos
se abre a la sombra del padre que cuida
En la hojarasca nos dejamos caer
y con la oreja pegada a la tierra
sentimos el largo latido de años que se esfuman

                                        ( de Las tierras naturales, Ediciones del Dock, Buenos Aires.,2007)


LEONARDO MARTÍNEZ (1937, Catamarca, Provincia de Catamarca / 2016, Buenos Aires,  Argentina)
Imagen: veniaca.blogspot.com


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