Presencié una reventa
clandestina de motivaciones injustificables, humanas y humanas.
Se revendía:
Excuso naderías, pero
impulsadas por la búsqueda de la síntesis universal y colosal y salir del día
para traspasar la eternidad.
Se revendía:
En fondo de caramelo,
hecho por manos inmutables, un rebosante ímpetu hacia la cumbre, recargada de
masa dulzona, densa y apremiante como la voz que llama a revolcarse y
desencajarse en jardines.
Se revendía:
El fin. La clara
presencia de un angustioso rejunte de
manitas desecadas a pajosas relamidas del sol cansino del mediodía. ¡el medio
olor angustiante! Mediodía te podés ir o te pondré un bello filtro de esponja.
Y también aquí nada, pues
nada pasará. Y todo pasará. Puentes de la melancolía para prologar la miseria
de siempre.
Alguien escribirá una
concisa reseña de lo que ya habrá de ser deliciosa bollería institucional.
Pinturas del vacío
Odio platicar con preñadas
gorduras
del vacío
y soplar para que desaparezcan.
La pintura traiciona
cuando avanza y abandona
y nada luce como debiera.
Regla primera
nacer errantes
decididos
a perder la sangre
en fábulas imposibles de reproducir
en viejos
glóbulos ocres
posándose en la desnudez
calcinada a segundos
de la última tentación.
Seductores de salón. Rateros.
Cuánto tránsito gozando
la
costumbre.
Rateros de bestiales escenarios
asolando las esquinas
azotándose en la oscuridad secreta
dejando adivinar el sabor
de sus humores
el color
de sus espaldas deliciosas.
Magos de la cuaresma
se aparecen y deslizan patrañas bendecidas
disparan
gracias al desierto
y aciertan.
Paulina Aliaga (1985, Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut, Argentina. Reside en Buenos Aires)
Imagen: facebook
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