Arturo Borra




Árboles desiertos







Las hojas están secas; en la corteza

insisten hormigas tristes.



Ni las ramas desnudas

insinúan brotes de madrugada.



Sólo crece maleza por la noche,

sólo un temblor que desfallece

a sus pies.



El desierto escala a la altura

del otoño en los huesos.







Diques







¿Quién abre los diques para transitar

—sin miedo?



¿Y si estos juncos ya no pudieran erguirse

tras el agua encarcelada?







Otra vez







Mira otra vez —desde siempre

la noche. Después del viaje, nada

evita la lejanía.



Y mira el mar

des-

habitado

y en las orillas pregunta

—otra vez, desde siempre-

por las horas abandonadas

que insisten

como las olas.







Certezas







Es cierto que

grisea

por no decir: oscurece. Hay gris

en vez de azul y es cierto

que tampoco se perece

por grisáceo.



Es cierto que hay máquinas

plateadas de insignificancia ni qué decir

de los matices que decoloran

hasta las sienes.

¿Y qué de los grises monocordes y los grises

ni siquiera tristes que repiten

el tedio?



No es que no haya

gris mío gris tuyo.

De nada ayuda minimizar las declinaciones

los declives

las concesiones del gris a gris

y es cierto

que tampoco ayuda a trazar blanco sobre blanco.



Pero

sucede que esta noche me esperás

en la azotea de un gris cualquiera y

repentinamente

el gris nuestro se desvanece en una caricia

y hasta la negritud clarea y saluda los grisecitos

que miran —más perplejos que tímidos—

esta procesión de temblores

mientras cerramos los ojos

y los otros grises

no nos ven a kilómetros del cielo

en plena noche soñando

nuevos verbos para verdecer







Arturo Borra (Santa Fe, Argentina, 1972. Reside en España)

De: "Umbrales del naufragio", Baile del Sol, Tenerife, 2010




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