Werner Aspenström | El poeta ocasional

Werner Aspenström


Karl Werner Aspenström con un gato en sus hombros.

Los remos



Heredé una barca pero no tenía remos.
Elegí dos tablones sin nudos,
los dejé en la buhardilla a secarse.
Poco después se abrió la corteza de la tierra,
salieron demonios eléctricos,
arañas eléctricas y Dios sabe qué.
Treinta años después la corteza terrestre se cerró.
Le di la mano a la enfermera y le di las gracias.
Le di la mano al doctor y le di las gracias.
Me deseó un feliz viaje.
Vi bosquecillos, vi tractores rojos
que avanzaban a trompicones por campos amarillos.
Me sorprendió su número.
La verja de casa de mi padre estaba recién pintada.
Le di la mano a mi hermano e hice una reverencia
Le di la mano a mi cuñada e incliné la cabeza.
Bajé los dos tablones de la buhardilla
y me hice un par de remos.
Entonces me faltaba la barca.

Me senté en el resquebrajado embarcadero
y me puse a contar los años de mi vida.
Los arrojé a las golondrinas de mar
que se alejaron volando con ellos sobre los juncos
y los dejaron caer, uno tras otro,
como trozos incomestibles.


Teoría de la alimentación



Cuando la fantasía se ha hartado de fantasías
crece el apetito por lo real.
Ahora vuelve a saber bien el pan duro como la piedra.
Ahora casi nos contentamos con piedras.



WERNER ASPENSTROM (Norbärke, 1918 / Estocolmo, 1997, Suecia)
De: Cuadernos de traducción
Traducción: Francisco Uriz

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