Los remos
Heredé una barca pero no tenía remos.
Elegí dos tablones sin nudos,
los dejé en la buhardilla a secarse.
Poco después se abrió la corteza de la tierra,
salieron demonios eléctricos,
arañas eléctricas y Dios sabe qué.
Treinta años después la corteza terrestre se cerró.
Le di la mano a la enfermera y le di las gracias.
Le di la mano al doctor y le di las gracias.
Me deseó un feliz viaje.
Vi bosquecillos, vi tractores rojos
que avanzaban a trompicones por campos amarillos.
Me sorprendió su número.
La verja de casa de mi padre estaba recién pintada.
Le di la mano a mi hermano e hice una reverencia
Le di la mano a mi cuñada e incliné la cabeza.
Bajé los dos tablones de la buhardilla
y me hice un par de remos.
Entonces me faltaba la barca.
Me senté en el resquebrajado embarcadero
y me puse a contar los años de mi vida.
Los arrojé a las golondrinas de mar
que se alejaron volando con ellos sobre los juncos
y los dejaron caer, uno tras otro,
como trozos incomestibles.
Teoría de la alimentación
Cuando la fantasía se ha hartado de fantasías
crece el apetito por lo real.
Ahora vuelve a saber bien el pan duro como la piedra.
Ahora casi nos contentamos con piedras.
WERNER ASPENSTROM (Norbärke, 1918 / Estocolmo, 1997, Suecia)
De: Cuadernos de traducción
Traducción: Francisco Uriz
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