José Lezama Lima




La madre








Vi de nuevo el rostro de mi madre.

Era una noche que parecía haber escindido

la noche del sueño.

La noche avanzaba o se detenía,

cuchilla que cercena o soplo huracanado,

pero el sueño no caminaba hacia su noche.

Sentía que todo pesaba hacia arriba,

allí hablabas, susurrabas casi,

para los oído de un cangrejito,

ya sé, lo sé porque vi su sonrisa

que quería llegar

regalándome ese animalito,

para verlo caminar con gracia

o profundizarlo en una harina caliente.

La mazorca madura como un diente de niño,

es una gaveta con hormigas plateadas.

El símil de la gaveta como una culebra,

la del tamaño de un brazo, la que viruta

la lengua en su extensión doblada, la de los relojes

viejos, la temible

y risible gaveta parlante.

recorría los filos de la puerta,

para empezar a sentir, tapándome los ojos,

aunque lentamente me inmovilizaba,

que la parte restante pesaba más,

con la ligereza del peso de la lluvia

o las persianas del arpa.

en el patio asistían

la luna completa y los otros meteoros convidados.

Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.

Miraba la puerta, pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado

como alguien que comienza a hablar,

que vuelve a reírse,

pero como se pasea entre la puerta

y lo otro restante,

parece que se ha ido, pero entonces vuelve.

Lo restante es Dios tal vez,

menos yo tal vez,

tal vez el raspado solar

y en él a horcajadas el yo tal vez.

A mi lado el otro cuerpo,

al respirar, mantenía la visión

pegada a la roca de la vaciedad estética.

Se fue reduciendo

a un metal volante con los bordes

asaltados por la brevedad de las llamas,

a la evaporación de una pequeña

taza de café matinal,

a un cabello.







José Lezama LimaJOSÉ LEZAMA LIMA (Campamento de Columbia, 1910 / La Habana, 1976, Cuba)

De: "Fragmentos a su imán", Editorial Lumen, 1977

Enlaces: La jiribilla

Imagen: elpais.com





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