Diego Colomba: El lado de la sombra

Diego Colomba

En el fondo una metáfora no es una analogía 




Nadie más
que yo
veía 
caer 
esos copos 
invisibles 
de nieve 
que tornasolaban 
en la tarde

—si papá
los hubiera visto
los habría
señalado
con un dedo—

pero 
lo cierto
es
que caían:

fríos 
y pesados.

Llevábamos
esa nieve
triste
sobre los hombros.

Esa nieve
era
lo único
sagrado
que podríamos
compartir.



Lo habríamos dado todo




Si el teléfono suena al final del día, después de alguna discusión, sabemos que estás vos del otro lado de la línea, fumando y bebiendo de pie frente al espejo. Siempre manejaste bien los tiempos para manipular nuestros afectos. Esta noche, sin embargo, nos encuentra lejos de casa y al alcance de tu mano. Podrías hacer una de tus llamadas. Pedir, sin esa sonrisa de beatitud en el rostro, que alguno de nosotros se ponga en tu lugar.

Una familia decidida


Prospectos ilegibles, frascos pegoteados y tabletas de antibióticos y antifebriles vaciadas a medias se confunden con piezas de bijouterie, perfumes y cremas hidratantes. Ese punto de densidad de nuestro mundo, que la cómoda del dormitorio, iluminada ahora por un rayo de sol, encierra, habla por sí mismo. Estamos dispuestos a matar cualquier tipo de vida que se oponga a la nuestra.



Una tertulia poética




Basta el rincón recién refaccionado de una biblioteca municipal 
para aglutinar a los cursantes del taller de poesía y escritura
que han distribuido prolijamente sillas un largo tablón forrado
donde se ofrecen generosas porciones de bizcochuelo y pastafrola
vasos plásticos cucharitas saquitos de té y café sobrecitos de azúcar.
Es más de lo que se merece un moralista que se ha alejado de casa
con un entusiasmo que raya francamente en la inocencia. 
Ahora debe desgranar frente a un micrófono de pie la espinosa melopea
que en la intimidad de los suyos reconoce como su propia música 
no tan inspirada si se guía por los rostros de las primeras filas 
—tal vez lo suyo se aleje en demasía de las pautas básicas 
de la declamación pública que intentan transmitir en el taller—
en los que incluso advierte algo de decepción si los compara 
con el brío que exhibían al cantar las estrofas del himno nacional 
el fervor con que ahora declaman frente a él valientes versos 
que confiesan sin reparos una clara conciencia de la muerte
y un evidente asombro ante el milagro de existir.

Tanatología


Como quien cuenta a las apuradas la última anécdota 
antes de despedirse una compañera de trabajo se refiere 
sin ambages al estado terminal de su madre
a la prontitud con que su médico de cabecera se ha sacado 
un problema de encima —después de repasar imágenes 
incomprensibles con los anteojos de aumento— telefoneando
ante sus mismas narices a una verdadera eminencia en la materia
el responsable de la biopsia que le practican poco después 
tras un diagnóstico que explique los repetidos ahogos 
y la creciente inapetencia de estos días:
se trata de una perfecta pieza de orfebrería en manos 
de una naturaleza hostil que ha sabido urdir tumores 
como cuentas de un collar alrededor del estómago.
El cirujano aclara que se ha limitado a limpiar 
los intersticios entre una y otra pieza
para hacer de la agonía de su madre un padecimiento 
relativamente más humano.
Mi compañera advierte que —contra lo que uno cree— 
la intervención ha resultado exitosa 
si se considera la falta de dolores o molestias 
como un modo razonable de vivir. 


Liga rosarina




El sol no puede deshacer la escarcha de los pastos:
vas a intentar no resbalarte mientras cruces el baldío.
No hay recogimiento ni intimidad en la intemperie.
Estás solo y los rayos de sol no están hechos para vos
como decía una vieja canción cristiana. Pero, ¿qué padre
—te preguntás— no daría un ojo de la cara por un hijo? 
Pisás los restos de latas los recipientes de cartón aplastados
los plásticos diseminados por el suelo para llegar al alambrado. 
Tu hijo corre y jadea entre muchachos: vos también te sacarías 
el corazón por tu hijo como el borracho que clama a tu lado 
le ruega a su propio hijo que lastime a quien se ha hecho del balón: 
podría ser tu propio hijo el que corre por un campo de arena 
del que la pelota se aleja hacia arriba con violencia 
abriendo un intervalo de silencio que deja oír el desgaste
el sonido sordo de una pelota que no puede 
dejar de caer. 


El tiempo es la única violencia




Los médicos no pueden asignarle propiedad alguna 
al objeto negro y estúpido en que se ha convertido tu hígado 
largamente maltratado y deambulan erráticos por la habitación
compartida de la clínica sindical mirándose desconcertados 
porque parecés una persona normal que se niega a dar señales
de la catástrofe personal que se avecina en el mismo momento
en que un cura pide desde la puerta permiso para pasar 
y conversar con el otro paciente que comparte la habitación 
y al menos se vale de una mascarilla de oxígeno: un alivio 
para todos porque el hombre no ha dejado de gemir 
y vociferar misteriosas frases inspiradas seguramente 
por la morfina: el párroco se sienta en la silla que le ofrecen 
y susurra al oído de un hombre que se confiesa cansado 
de cumplir con sus deberes de enfermo y se arranca la mascarilla
para que sus palabras se comprendan claramente: el enfermo 
le ruega a Dios a través suyo que cumpla su deseo 
de que el tiempo se detenga.


DIEGO COLOMBA (1972, San Nicolás, Buenos Aires, Argentina)

De: "El lado de la sombra", Barnacle, 2020

Es profesor y licenciado en Letras, y doctor en Humanidades y Artes, con mención en
Literatura.
Colaboró con reseñas, notas y entrevistas en el periódico El Eslabón, el diario El ciudadano & La Región, el diario digital Redacción Rosario, en los suplementos " Señales" y “Más” del diario La Capital, la revista Diario de Poesía y en la sección reseñas de Bazar Americano.
Dirigió el sitio web de prensa literaria Letracosmos. Fue uno de los responsables de Salón de Lectura, sección de escritores del banco sonoro Sonidos de Rosario.
Artículos, entrevistas y poemas de su autoría integran diversas antologías. Seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (Córdoba, Editorial Recovecos, 2009).
Publicó Letras de Rock Argentino (Editorial Académica Española, 2011), Baja tensión (Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2012, mención en el Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana 2011), Mesa de novedades. Poesía y narrativa del presente (Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2013, premio obra inédita del Concurso Provincial de Ensayo Juan Álvarez 2012), Desaire (Buenos Aires, En Danza, 2014), Inmemorial (Rosario, Baltasara Editora, 2015), Chispero (Rosario, Libros Silvestres, 2016), El largo aliento (Córdoba, Alción Editora, 2016), La hospitalidad del mundo (Pueblo Esther, Fiesta Ediciones, 2017), Papá trajo a casa un Cuatro Ele (Buenos Aires, Editorial Barnacle, 2018; Mención Honorífica Premio Provincial de Poesía José Pedroni. Obra Editada, 2019), Blanco a la cal (Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2019; Mención Honorífica Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen 2019), Platillos volantes (Rosario, Libros Silvestres, 2019) y El lado de la sombra (Buenos Aires, Barnacle, 2020).Otros poemas de Diego Colomba, aquíEnlaces: Diego Colomba | Círculo de Poesía

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