Las nubes magallánicas
cuando transitamos a velocidad cotidiana
la gran avenida vía Láctea paseo
cielo parque conocido desde niña y
antes aún de papá y mamá muy semejante
a 18 de julio cuando mirábamos pasar
desde el chevrolet 36 detenido en la acera
las personas preparadas para una exposición
rodante con aire de retreta y repasaba
un examen de historia natural
y sus vidrieras falsas de vida nocturna amarillenta
en bajo voltaje sobrecargado a punto de estallar
y se enciende el motor y se cruzan las calles
de la Aguada la estación de tranvías de Reducto
con reloj en hora hasta el Brazo Oriental
de vuelta por San Martín entre plátanos jóvenes
hasta Huáscar corta y sin hormigonar y cuand
llegamos a casa ahora en otro lado
del mapa de la ciudad en la punta
más cerca de un labio del planeta
cuando volvemos a esta turbia clara
circunvalación suburbana
mezclados de yema central y del ruido
usurero de un río de plata baja
batiendo contra el murallón de la rambla
costanera o crecido sobre la orilla arenosa
apretando un huevo puesto en pleno vuelo
así con la cáscara partida Montevideo derramado
por un pájaro parecido al ave tiempo
del segundo viaje de Simbad
y cuando es hora de amor y de ladrones
en el monte de al lado
o cuando sobre la playa me tiro al agua
entre los crustáceos al fondo en su elemento
o a un pozo para desaparecer o morir
de otra envergadura en otro viaje
navegando surcando explorando el agua negra
a la pesca de presas de oro prometidas
abierto hasta los tuétanos el tesoro
de los antepasados latinos industriosos y avaros
quedan someras sobras sobre la mesa tendida
queso para trampas caseras y cebo rancio
y lentejas con tocino guisadas
para alimentar los diarios malos entendidos
viejos como el mundo
un plato por otro de carne viva fría
o trozos dando coletazos de eso que somos
por dentro y no se ve
y emerge a veces en rabiosa pesca mayor
difícil de descuartizar
aventamos las plumas indemnes sepultadas
de aves americanas o de indios charrúas
entusiastas asadores de Solís el descubridor
de este lecho correntoso donde aún desovan
las corvinas con cangrejilla y los delfines maman
sin línea directa a ningún trono de la tierra
y se enturbia una resaca misionera colonial
cuando ocurre un accidente
y muere un niño ciclista aplastado
contra el parabrisas asesino del automóvil
en Caramurú junto al arroyo
cuando suena el despertador y repica el pulso
en las coronarias
cuando me despierto y recuerdo
alguien está mirando directamente nuestra espalda
el codo pelado la nuca las vértebras lumbares
que solo conocemos por dentro
en el interior del espejo en la penumbra
de una radiografía
o el repliegue astuto de la oreja palpable
o la cara oculta de la luna observando
con una lupa de tiempo
ampliando el espectro en sus fantasmas
verdaderos
las Nubes de Magallanes encienden en los alrededores de
nuestro polo celeste austral dos jirones arrancados a la vía
Láctea de forma vagamente circular
la Gran Nube se extiende en la constelación de la Dorada la
Pequeña Nube en la constelación del Tucán
la Gran Nube contiene estrellas supergigantes azules o rojas
nebulosas gaseosas de emisión por ejemplo una de las más
luminosas del firmamento la nebulosa de la Tarántula y
cefeidas típicas y polvos absorbentes que no dejan ver las
galaxias alejadas la Pequeña Nube en cambio es transparente
se descubren puentes de materia retorcidos formando bucles
desplegados a semejanza de tenues ramajes o estirados al
máximo y casi quebrados
existe un fondo luminoso continuo en las regiones centrales
de los grandes cúmulos de galaxias
la difusión es uniforme y granada más o menos quinientos
millones por ahora de gérmenes de infinito ah! entrego
parte de un botín de guerra diaria en prenda por un largo
corredor o paso de materia recién descubierto
el mar es cada vez más liviano y hondo
la respiración suave acompasada
el pensamiento apenas esbozado
por palabras sencillas
el cielo abierto de pie sostiene a pulso
nuestras preguntas de rigor
el viejo por qué deforme
con sus débiles huesos contrahechos
el plano galáxico se halla cubierto por nubes de gas polvoriento
alineadas a lo largo de las espiras
la imagen más simple y correcta del universo es todavía
la de un espacio euclidiano regularmente poblado de este
animal enloquecido mordiéndose la cola y pariendo estrellas
que miramos cada noche sin ver en la oscuridad más allá
de nuestros ojos
el sur y el norte prevalecen luchando en un circo cerrado
se da vuelta el hemisferio austral donde nacimos
abrimos con el navegante Magallanes y los sesenta bramadores
su estrecho pasaje y giramos al norte
de un solo espacio todopoderoso
estaba cercano entonces del otro lado infinito
la incorruptible mujer encadenada a poca distancia
del polo boreal
la gran espiral Messier 31 de Andrómeda
expuesta hasta los ovarios destellantes
entre los tejidos borbotando sombra
atada a una roca radioactiva radiofuente radioeléctrica
a la orilla de un océano de frías olas de hidrógeno
cayendo sobre sus flancos de virgo devota Persea
nebulosa foca o vaca marina entre los árabes
también encadenada
zumba el ruido de fondo de la galaxia
una sierra sin fin preparando el árbol del silencio
en muestras micrométricas
canta la marea boscosa del tremendo mar
este mismo mar sucio de arrastre o río grande
como mar Paraná Guazú salado y dulce
en el entrevero y una mujer desnuda sobre las rocas
entre playa Verde y playa Honda con los pies
donde golpean las olas esperando al amante que traerá
de los correosos pelos la cabeza de Medusa junto
al juego de anillos como regalo de bodas
golpean rompen las olas de hidrógeno sobre los flancos
desnudos sobre la gran espiral
Messier 31 de Andrómeda sobre esa mujer asoleándose
extendiéndose caliente y tersa
con los brazos firmes en la axila y el cuerpo de pan bien
amasado pronto para el horno de una playa desierta
los redondos senos contra el sol mostrando
las palpitantes cefeidas y el sexo de humo espeso
respirando a empujones sobre esa mujer sola
asoleándose sobre Andrómeda en puro cuerpo
sobre la gran espiral Messier 31 encadenada a la espera
estaba una noche en las rocas de la plaza Virgilio
vigilando el Río de la Plata atenta
al contrabando de las aguas por el mismo cielo
a través de un ojo de piedra
abierto a los caídos en el mar
aguardaba el tránsito suntuoso de la nave Argos
a toda luz en la altura desplegada cerca del sur celeste
hundida la quilla en la negra onda hasta Canope
el piloto alfa de la Carena a la vista siempre
en su encrespada línea de flotación
no tenía apuro y no podía moverme
la espalda entumida al contacto de la dura oscuridad
apenas arribaba a la costa un ruido periódico
volcando una redada de segundos
recién pescados y todavía vivos
cuando se está solo se sienten más
fuertes las ligaduras y el peso real
del leve firmamento extendido
sobre el cuerpo afiebrado
el Navío se acercaba lentamente balanceando
su popa y volviendo al puerto de partida
no podía saber cuál era su destino
no creo que pasara por allí
por el sitio aquel donde esperaba
¿acaso el propio Argos podría
descubrir el escondrijo situado
en una punta montevideana
donde permanezco atada a esta escritura?
las estrellas se detienen posadas en el mástil
y aletean sacudiendo el profundo duermevela
la noche es larga y todo pasa cerca
y sigue trajinando
en la pulsación se mide la distancia
se sabe la temida trayectoria se numeran
los latidos que nos restan de la suma inicial
entregada a cuenta del propio corazón
¿Andrómeda eres tú aquella insomne nebulosa o esta que
soy ahora transitoria aquí en la tierra?
pasa el Navío enarbolado en toda su gloria
sobre el meridiano
recuerda: el viejo Ptolomeo catalogó en la constelación
cuarenta y cinco estrellas en orden similar al de un tratado
sobre la forma de construir barcos
los astrónomos modernos la dividen y le detallan quilla
popa mástil vela pero solo la mitad trasera del buque asoma
a la carta de navegación de altura andando de tal suerte en
su carrera nocturna de este a oeste que la popa va delante
retrocediendo en dirección del muelle
Andrómeda ¿me oyes?
estoy en el polo opuesto de todas tus prerrogativas
hago apenas esfuerzos por soltarme quizá
me arrastrara la corriente que más temo
o un chorro enceguecedor de luminarias dementes
noctilucas militantes
se mueve el océano invertido combado
casco protector reticulado sobre la forma
de la inteligencia
se arquea el universo en grave mitovulsión
acá las olas caen en la mitad de la calle
sobre la gente que pasa despenada y sueña abajo
la marea cubre el jardín de las manzanas de oro
empuja la puerta principal la espuma se deshace
sobre la mesa de trabajo en vano estrellerío
nubes atormentadas descomponen las lejanas
Nubes de Magallanes sus tenues bancos luminosos
donde jamás encallará el Navío
acá llueve es noche cerrada
hay explosiones de miseria en cadena
minifundios de dolor y de torpeza hay barro
hay tierra hay animales hocicando
hay espesos desperdicios basurales hay
alcantarillas cloacas sumideros bocas
de tormenta tragándose el mundo de este lado
la tortura inclemente centrífuga de Andrómeda
la deriva el hundimiento del Navío aquí
en su plenitud austral y para los antiguos griegos
observadores desde el otro hemisferio levantando
sus restos en el horizonte acuoso
y el fin de Magallanes atravesado por una lanza
que lo clavó de bruces en una isla salvaje
antes de terminar la redondez del globo terráqueo
y llueve en oscuro de veras no se ven las palmas
de las manos no hay paseo de niña ni juego
de palabras cruzadas ni viaje a Europa
ni principio tienen las cosas
en la gran avenida se ahorra energía
y en la central hidroeléctrica hay fisuras
en los muros de cemento
no hay luz no se ve nada y llueve
pero me acuerdo de la luz
otros cantan conmigo de memoria la luz que vendrá
se enfutura se esperanza se constela adentro
lanzallamas un hogar vivo amotinando
estrellas sindicadas obreras de un cielofábrica de barrio
donde se elabora destellando la historia del comienzo
AMANDA BERENGUER (1921/2010 Montevideo, Uruguay)
Considerada como parte fundamental de la generacióndel 45, Amanda Berenguer es una de las voces más interesantes de la poesía uruguaya del siglo xx. La pluralidad de su obra habla de una curiosidad innata que caracteriza su trayectoria: en ella podemos ver
experimentación y pensamiento, sonoridad y visualidad, generando una constelación de afinidades, discursos y tradiciones literarias que pocas obras portan y un movimiento textual que remite de inmediato a la noción de poesía cinética que ella misma definió y desarrolló. Publicó más de una veintena de libros de poesía, que reunió en el volumen Constelación del navío (Poesía 1950-2002) (H Editores, 2002), que contiene su obra poética publicada e inédita hasta el año 2002. De allí destacan títulos como El río (La Galatea, 1952); Quehaceres e invenciones (Arca, 1963); Materia prima (Arca, 1966); Composición de lugar (Arca, 1976); La dama de Elche (Edhasa, 1987); y La botella verde (Analysis situs) (Cal y Canto, 1995). Luego publicó Las mil y una preguntas y propicios contextos (Linardi y Risso, 2005) y Casas donde viven criaturas del lenguaje y el diccionario (Artefacto, 2005). En 1990, publicó el libro autobiográfico en prosa El monstruo incesante. Expedición de caza (Arca, 1990) y, póstumamente, se lanzó el libro de poesía La cuidadora del fuego (La Flauta Mágica, 2010).
Considerada como parte fundamental de la generacióndel 45, Amanda Berenguer es una de las voces más interesantes de la poesía uruguaya del siglo xx. La pluralidad de su obra habla de una curiosidad innata que caracteriza su trayectoria: en ella podemos ver
experimentación y pensamiento, sonoridad y visualidad, generando una constelación de afinidades, discursos y tradiciones literarias que pocas obras portan y un movimiento textual que remite de inmediato a la noción de poesía cinética que ella misma definió y desarrolló. Publicó más de una veintena de libros de poesía, que reunió en el volumen Constelación del navío (Poesía 1950-2002) (H Editores, 2002), que contiene su obra poética publicada e inédita hasta el año 2002. De allí destacan títulos como El río (La Galatea, 1952); Quehaceres e invenciones (Arca, 1963); Materia prima (Arca, 1966); Composición de lugar (Arca, 1976); La dama de Elche (Edhasa, 1987); y La botella verde (Analysis situs) (Cal y Canto, 1995). Luego publicó Las mil y una preguntas y propicios contextos (Linardi y Risso, 2005) y Casas donde viven criaturas del lenguaje y el diccionario (Artefacto, 2005). En 1990, publicó el libro autobiográfico en prosa El monstruo incesante. Expedición de caza (Arca, 1990) y, póstumamente, se lanzó el libro de poesía La cuidadora del fuego (La Flauta Mágica, 2010).
Fuente: "Descubrimientos", Cuadro de Tiza, 2016 en pdf
Enlaces: Eterna Cadencia | Aullido | Taller Igitur | Revista Altazor
Imagen en Hoy es arte. Pintura de Guillermo Muñoz Vera
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